Scopicity. Partida 1. El final de Micropolis Prime.

Tras las cuatro estaciones del año, una calamidad se cierne sobre Micropolis Prime.

El dios protector de la ciudad podrá intervenir para salvarlos, pero nunca se sabe si aparecerá o no en escena antes de que el fin sea inevitable.

Y con las cartas que nos han salido para ver qué catástrofe menor ocurre y qué hará la deidad guardiana: la castástrofe ha sido el 9 de diamantes, la deidad el 1 de picas.

A tenor de los resultados, Micrópolis Prime está condenada.

Voy a compartir con vosotros los últimos momentos de esta microcivilización.

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El último día de Micrópolis Prime

El sol dorado de la tarde se filtraba por los poros y grietas de la vasta superficie del mundo exterior. Dentro de ellas, invisibles a los ojos de los titanes que caminaban sobre la tierra, Micropolis Prime bullía con su actividad habitual. Los comerciantes vendían sus bienes en los pasadizos del mercado central, iluminados por hongos bioluminiscentes. Los sabios Pluroxith analizaban los datos más recientes sobre el otoño implacable y sus efectos en la estabilidad ecológica. Los niños Branquiluvis jugaban en las corrientes de agua que fluían bajo el suelo de la ciudad.

Nadie imaginaba que estaba a punto de ser el último día de su existencia.

Una persona cualquiera

Muy lejos del mundo microscópico, donde las civilizaciones no eran más que motas invisibles sobre el suelo, caminaba un hombre. Un ser humano.

Era un individuo cualquiera. No un villano, no un héroe. Solo alguien más entre los millones de habitantes de la ciudad de los titanes.

Su nombre era Samuel Varela.

El responsable del fin: un humano.

Un hombre de 37 años, con la barba sin afeitar y el ceño fruncido por la fatiga de un día agotador. Vestía una chaqueta de tela desgastada y unos jeans que habían visto mejores tiempos. Sus zapatos estaban cubiertos de polvo, reflejo de las calles por las que había caminado sin rumbo en las últimas horas.

Esa tarde, Samuel se encontraba cansado, frustrado y sin un propósito claro. Acababa de perder su trabajo en una fábrica de embotellado, un lugar donde pasaba largas jornadas bajo luces fluorescentes, revisando una interminable línea de producción de botellas de cristal. Diez años de su vida desperdiciados.

Las razones de su despido no importaban en ese momento. Solo sabía que ahora era otro número en la creciente lista de desempleados. Con la indemnización en el bolsillo y una botella de licor en la mano, se dejó llevar por la inercia de la ciudad, sin rumbo fijo.

El vidrio frío de la botella contra su palma era lo único tangible en ese instante. Mientras caminaba por un callejón poco transitado, el peso del mundo pareció caer sobre sus hombros. Rabia, resignación, apatía.

Samuel se detuvo, llevó la botella a sus labios y bebió un trago largo.

Luego, sin pensarlo demasiado, la soltó.

El vidrio resbaló de sus dedos, giró en el aire y cayó al suelo con un estruendoso ¡CRASH!.

No miró atrás.

No le importó el sonido de los fragmentos esparciéndose en todas direcciones. No pensó en las consecuencias.

Para él, no era más que un estallido de cristal. Algo insignificante en un mundo que no le había dado nada.

Samuel siguió caminando, alejándose del desastre sin siquiera imaginar lo que había provocado.

Su mente estaba demasiado ocupada con su propio derrumbe. No sabía qué haría al día siguiente, no tenía un plan. Quizás llamaría a su exjefe, quizás buscaría otro trabajo, quizás simplemente seguiría caminando hasta que se le acabara el dinero y tuviera que enfrentarse a la realidad.

La botella rota era solo un reflejo de lo que él sentía dentro: fragmentado, sin rumbo, irrecuperable.

Detrás de él, la brisa nocturna comenzó a soplar, arrastrando los restos de su acción. El polvo cubrió lentamente el lugar donde Micropolis Prime había existido.

Nadie le contaría jamás sobre la ciudad microscópica que acababa de borrar de la faz de la existencia.

Nunca lo sabría.

Y el mundo… simplemente seguiría adelante.

La Caída de los Fragmentos Celestes

💥 ¡¡CRASH!! 💥

El vidrio se estrelló contra el suelo con una explosión ensordecedora. Sus fragmentos estallaron en todas direcciones, como estrellas fugaces cayendo de un firmamento desconocido.

Para Micropolis Prime, fue un evento cataclísmico.

Desde el cielo, filosos meteoritos de cristal irrumpieron en la ciudad, atravesando techos, destruyendo caminos, hiriendo y matando sin distinción. Los cielos se rompieron, y con ellos, la esperanza de escapar.

Los primeros fragmentos atravesaron las cúpulas de los laboratorios de los sabios Pluroxith, destruyendo sus hallazgos y sepultando a los investigadores en un colapso de escombros y polvo.

La Biblioteca de los Cronistas, donde se almacenaban los relatos de siglos de historia, fue reducida a un montón de pergaminos en llamas cuando los fragmentos de cristal encendieron reacciones químicas inesperadas.

Los túneles de los Branquiluvis, tallados en los ríos subterráneos, colapsaron bajo la lluvia de vidrios afilados. La marea se tiñó de rojo con la sangre de los que intentaban escapar.

El cielo ya no era un refugio. La tierra ya no era segura. El pánico se apoderó de todos.

El último fragmento

Entonces, el horror final se hizo presente.

En lo alto del cielo fragmentado, una silueta monstruosa se cernía sobre la ciudad. Un colosal trozo de vidrio, del tamaño de una montaña, giraba lentamente en el aire, reflejando la luz en mil colores espectrales.

El cristal descendía en un ángulo letal.

Las criaturas de Micropolis Prime miraron al cielo, comprendiendo al fin la verdad ineludible: no habría salvación.

Los líderes intentaron dar órdenes. Las familias corrieron a sus hogares. Algunos extendieron sus manos en oración a la deidad guardiana, Zythal’Quen, esperando un milagro.

Pero no hubo respuesta.

Y entonces…

🌊 ¡¡BOOOOOOMMM!! 🌊

El impacto fue absoluto.

El gran fragmento de cristal se hundió en la tierra con una fuerza imparable. Micropolis Prime dejó de existir en un solo instante.

Toda la ciudad, con sus puentes, sus torres, sus cuevas luminosas y sus ríos subterráneos, fue aplastada sin piedad bajo el peso de la colosal esquirla. No quedaron estructuras en pie, ni registros, ni gritos. Solo polvo y silencio.

Nada.

Solo la sombra de lo que alguna vez fue.

Nixil Plumabronce fue uno de entre los últimos en caer. En sus últimos instantes, escribió un mensaje en la parede del edificio en el que se encontraba:

«Nosotros, los habitantes de Micropolis Prime, fuimos testigos del fin. No por una guerra, sino por la indiferencia de nuestros dioses. Si alguna vez alguien encuentra esto… recuerden que existimos.»

El Testigo Silencioso

Pero la tragedia no quedó sin observador.

En lo alto de una pared cercana, iluminada por los últimos rayos del sol de la tarde, una lagartija permanecía inmóvil, su mirada dorada fija en el punto exacto donde la civilización microscópica había sido erradicada.

La única testigo: una lagartija.

La criatura no podía comprender la escala del evento que había presenciado, pero algo en su instinto primitivo la mantenía inmóvil. Había visto algo que ningún otro ser podría ver jamás: el fin de un mundo entero, consumido en un solo instante.

La lagartija inclinó la cabeza levemente, parpadeó una vez y luego siguió con su día.

El mundo exterior continuó como si nada hubiera ocurrido.

El viento llevó los restos de Micropolis Prime lejos, dispersándolos en el polvo.
Nadie en nuestro mundo se percató de la tragedia.
El sol siguió su curso.

Y Zythal’Quen, la deidad guardiana, no hizo nada.

Epílogo: el olvido.

Con el paso de los días, la grieta donde una vez existió Micropolis Prime fue cubierta por polvo y residuos. Las lluvias lavaron los últimos rastros de su existencia, y pronto, nadie en el mundo exterior podría siquiera imaginar que, en ese punto exacto, una vez floreció una civilización microscópica con sus sueños, sus temores y su historia.

No hubo monumentos.
No hubo epitafios.
No hubo memoria.

Solo la nada.

Micropolis Prime había desaparecido para siempre.


FIN.

Y hasta aquí llegó la historia de Micrópolis Prime.

Me ha dado mucha penita el tener que terminarla, porque ya le había cogido incluso cariño a algunos personajes, y quería desarrollar otros que se me habían quedado con historias un poco en el aire, como el mago inquietante que algo tramaba…

Pero bueno, el juego es así, y las cartas han hablado.

Dejad en comentarios si os ha gustado la partida y ¡si queréis que comience otra con otro pequeño mundo microscópico!

Hasta luego, gente!

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