Her Odyssey. Partida 1. Día 43. El mar reclama.

Cuando los primeros rayos del sol comenzaron a teñir el horizonte de tonos dorados y anaranjados, Veyne finalmente cedió al agotamiento. Su cuerpo ya no podía pelear más contra el vaivén del barco, y se quedó profundamente dormido en el pequeño camarote que compartía con Saria. Ella lo miró por un momento, divertida. El hombre que siempre tenía una respuesta afilada, siempre en guardia, ahora dormía profundamente, con el ceño relajado. Con una sonrisa, se levantó con cuidado y salió del camarote.

Her Odyssey. Partida 1. Día 42. El mar no olvida.

El sol del mediodía bañaba la costa con su luz abrasadora cuando Saria, Veyne y Kaelthar llegaron a su destino. Frente a ellos, la Bahía de los Condenados se extendía como una cicatriz en la tierra. Era una ciudad grande y bulliciosa, pero sucia. Las calles eran un caos de tablones de madera carcomida y calles de arena pisoteada. Las casas se alzaban unas sobre otras, improvisadas, construidas con más desesperación que técnica. Un laberinto de callejones oscuros, pasarelas de madera tambaleantes y muelles repletos de barcos en peor estado que las casas.

Her Odyssey. Partida 1. Día 39. El precio de la lealtad.

El amanecer trajo consigo el peso de la realidad. No tenía margen de error. Debía entrar en Velmanar cono una viajera más, como si no hubiese estado huyendo, como una viajera más. Ató su daga con firmeza contra su pierna, debajo de su ropa. No podía entrar armada a plena vista. Envolvió la perla en un trozo de tela dentro de su bolsa, para evitar robos indeseados. Se aseó un poco, usando el agua de su cantimplora, y se peinó. Ahora ya tenía el aspecto de una viajera, pero no de una pordiosera.

Her Odyssey. Partida 1. Día 38. Decisiones difíciles.

Saria despertó sobresaltada, con la risa de Lysandre aún resonando en su mente. Aren y Veyne no habían acudido, no habín escapado, y si no actuaba pronto, podría perderlos para siempre. Se sentó en silencio junto a Kaelthar, observando la luz dorada filtrarse entre las hojas del bosque. Mientras más lo pensaba, más se hundía en la culpa. Los había dejado atrás.