Her Odyssey. Partida 1. Día 35. Los caídos.

Seguimos con la historia con la crónica de la Partida 1 del juego Her Odyssey, día 35.

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Estadísticas iniciales

Partida 1 al juego Her Odyssey. Saria.
EstadísticasContadores
Vitalidad3Días favorables20
Rapidez3Días desfavorables14
Fortaleza4Esperanza13

El desafío de las cartas

7 de Tréboles

Los tréboles sugieren tierras baldías, montañas, mar. Una maldición. Un cambio repentino de terreno. Un crimen. Un umbral. Codicia. Un extraño necesitado. Un idioma desconocido. Un desastre natural.

Como el valor es 7, el desafío es medio.

Desarrollo

Saria, Veyne y Aren se levantaron temprano, listos para explorar los restos del barco hundido. Sabían que la marea baja no duraría todo el día, y si querían encontrar algo, tenían que actuar rápido.

El trayecto no fue fácil. Para llegar hasta la ensenada donde descansaban los restos de la embarcación, tuvieron que atravesar un terreno rocoso y traicionero, siguiendo senderos angostos que zigzagueaban por los acantilados.

El sendero terminó abruptamente en un desfiladero peligroso. Era un paso estrecho, con la roca erosionada por el viento y el agua. Las paredes eran empinadas, y la caída… Saria se detuvo al borde, inspeccionando el terreno con el ceño fruncido.

—¿Y ahora qué?

El desfiladero no era imposible de cruzar, pero un solo error y… Aren resopló, examinando la roca.

—Parece estable. Si nos apoyamos en la pared, podríamos cruzar con cuidado.

—No lo sé… —murmuró Saria.

El primero en cruzar fue Aren, con movimientos eran ágiles. Luego fue Veyne, avanzando con cuidado, sus dedos rozando la pared rocosa para mantener el equilibrio. Saria fue la última. Avanzó lentamente, calculando cada paso. El viento era fuerte allí, y el suelo resbaladizo. Y entonces… la roca bajo sus pies cedió.

—¡Saria! —gritó Veyne, extendiendo la mano, aunque estaba demasiado lejos para alcanzarla.

Aren se giró, los ojos abiertos de par en par.

Una sombra veloz apareció desde el otro lado y un peso cálido y fuerte se aferró a ella. Saria sintió colmillos sujetando su ropa, una fuerza brutal tirando de ella hacia atrás. Cuando recuperó el aliento y miró hacia arriba, vio los ojos dorados de Kaelthar brillando con intensidad. Había llegado en el último segundo. Veyne exhaló con fuerza, llevándose una mano al pecho.

—Por todos los dioses, Kaelthar… nunca me alegra tanto verte.

—Yo ya me veía recogiendo trozos de Saria al fondo del barranco.— rió Aren nervioso.

Saria se apoyó en el suelo, todavía sintiendo la adrenalina en la sangre. Kaelthar se quedó a su lado, su respiración pesada, sus orejas alertas. Había llegado justo cuando lo necesitaba, como siempre. Se giró hacia el lobo gigante, su pelaje brillando bajo la luz matinal, y lo abrazó fuertemente.

—Gracias —susurró.

Kaelthar no respondió, porque no lo necesitaba. Simplemente apoyó la cabeza en un gesto silencioso sobre el hombro de Saria. Veyne, ya recuperado del susto, sonrió con su típico aire despreocupado.

—Bueno, la buena noticia es que seguimos todos enteros.

Aren soltó un suspiro exagerado.

—Sí, sí… pero podríamos darnos prisa antes de que el destino intente matarnos otra vez.

Saria asintió.

—Sigamos.

Saria inició de nuevo el descenso, esta vez sin incidentes. El sendero se hizo menos traicionero y, cuando finalmente llegaron a la ensenada, la marea baja les reveló la visión de su objetivo.

Los restos del naufragio yacían semienterrados entre las rocas y la arena húmeda. Lo que una vez había sido una embarcación imponente ahora era un esqueleto de madera oscura, astillada y carcomida por el tiempo. Las velas hacía mucho que se habían desintegrado. Los mástiles estaban derrumbados, y el casco tenía grandes secciones partidas, como si el mar lo hubiese despedazado sin piedad. Pero la parte trasera de la nave, medio inclinada pero aún sólida, seguía aferrándose a su estructura original.

—Bien. Averigüemos qué secretos esconde.— dijo Saria girándose hacia los demás.

Veyne sonrió.

—Vamos a mojarnos los pies, entonces.

Aren suspiró y se estiró.

—Si algo nos ataca dentro, voy a gritar muy fuerte.

Ambientación de la partida 1 del juego Her Odyssey

El sonido de las olas rompiendo suavemente contra los restos del barco llenaba el aire con un eco hueco y solitario. Saria, Veyne, Aren y Kaelthar avanzaron con cautela, las botas hundiéndose en la arena mojada mientras se acercaban a los restos inclinados de la nave. Debían darse prisa, porque si la marea subía demasiado, quedarían atrapados dentro.

—Vamos directo al interior —ordenó Saria—. Busquemos rápido antes de que el mar nos obligue a salir.

Veyne asintió, desenfundando su daga por si acaso. Aren miró con desconfianza las sombras dentro del casco destrozado.

—Si algo se mueve ahí dentro… lo pateo.

El suelo crujía bajo sus pies mientras se internaban en lo que quedaba del interior del barco. Los tablones estaban hinchados por la humedad, los pasillos oscuros y angostos, como las entrañas de una bestia muerta.

—Huele a muerte y a madera podrida.— susurró Aren arrugando la nariz.

Veyne avanzó con cautela, pasando una mano por las paredes ennegrecidas.

—Y sin embargo… todavía está en pie.

Después de recorrer pasillos angostos y escalones resquebrajados, llegaron a la que alguna vez debió haber sido la sala del capitán. Si Eryon Taldare dejó algo, tenía que estar ahí. La puerta estaba entreabierta, y dentro, la los primeros rayos de sol se filtraba por las grietas del casco, iluminando una estancia polvorienta y olvidada. Saria entró primero, con la mano sobre la empuñadura de su arma. Veyne y Aren entraron tras ella, explorando con rapidez.

—No le gusta este sitio —murmuró Aren.

—A mí tampoco —respondió Saria, recorriendo la estancia con la mirada.

Había restos de mapas y pergaminos desechos, algunos sobre un viejo escritorio inclinado sobre el peso de los años. Veyne se acercó al escritorio y removió despreocupadamente algunos de los papeles, empapados y enmohecidos, y entonces, debajo de toda aquella basura apareció un cofre. No estaba oxidado, ni corroido por el tiempo, sin algas, sin moho. Era como si hubiese sobrrevivido al tiempo. Eso sí, estaba cerrado.

—Bueno… eso no es sospechoso en absoluto. — dijo Veyne lentamente mientras examinaba el cofre.

—¿Seguro que queremos abrirlo? — Aren miraba con recelo el cofre.

Saria intercambió una mirada con Veyne.

Se acercó, con el corazón latiendo rápido.

—Sí.— afirmó Saria acercándose al cofre. No tenían otra opción — Vamos a abrirlo.

El sonido del pestillo oxidado resonó en la habitación cuando Saria levantó lentamente la tapa del cofre. Cedió con demasiada facilidad. Los tres juntaron las cabezas para asomarse a su interior, esperando encontrar algo, un pergamino, un mapa, un mensaje… cualquier cosa que indicara por qué ese barco seguía en pie, por qué la historia de Eryon Taldare los había traído hasta aquí, pero no encontraron nada. El interior del cofre estaba completamente vacío.

Antes de que ninguno pudiese decir algo, un humo violáceo salió disparado del cofre con una velocidad imposible. No era polvo, ni niebla. La bruma oscura se arremolinó en el aire, retorciéndose como una criatura viva. Se deslizó entre ellos, esparciéndose por la estancia como si buscara algo.

—¡¿Qué demonios fue eso?!— exclamó Aren echándose hacia atrás de un salto.

El humo se disipó tan rápido como había aparecido.

Veyne, con la respiración pesada, fue el primero en romper el silencio.

—Eso no era normal.

Saria apretó los labios.

—No. No lo era.

—Entonces, ¿qué significa esto? ¿Que nos arriesgamos a venir hasta aquí solo para encontrar un cofre vacío y un maldito truco de humo?— Aren se acercó un poco al cofre y, manteniendo un poco las distancias, lo golpeó con la mano, como si esperara que algo más saliera.

—No me gusta esto. ¿Y si no estaba vacío? ¿Y si acabamos de liberar algo?— dijo Veyne.

Marea baja o no, no podían quedarse en ese barco mucho más tiempo.

—La marea está subiendo. — dijo Saria con voz firme mientras escuchaba el batir de las olas contra la estructura —. Tenemos que salir de aquí. Ahora.

Veyne y Aren no discutieron. Sabían que cualquier segundo que pasaran en el barco podía ser el último. Saria echó un último vistazo al cofre vacío, con decepción.

Corrieron. Atravesaron los pasillos estrechos, el suelo inclinado dificultando cada paso. Las sombras de la nave parecían alargarse, como si quisieran aferrarse a ellos. El sonido de la marea golpeando el casco retumbaba en sus oídos.

—¡Más rápido! —gritó Aren, saltando sobre un tablón roto.

Veyne llegó hasta la entrada justo cuando el agua comenzó a filtrarse por las grietas. Saria fue la última en salir.

Tirada de dados

—¡Maldición!— la madera bajo los pies de Saria se partió en dos, pero antes de que pudiera caer, una mano fuerte la agarró del brazo y la tiró con fuerza.

—¡No esta vez! —gruñó Veyne, jalándola hacia él.

Saria cayó sobre la arena, jadeando, con el sonido del agua tragándose el barco a sus espaldas. Cuando levantó la vista, los restos del barco se estaban hundiendo aún más. El océano lo estaba reclamando de nuevo.

—¿Nos vamos? — preguntó Saria poniéndose en pie.

El sol estaba alto en el cielo cuando finalmente se alejaron de la costa y se adentraron en el bosque. El crepúsculo se extendió entre los árboles como un velo oscuro. Saria, Veyne, Aren y Kaelthar se sentaron en torno a un fuego pequeño, lo justo para darles calor sin llamar demasiado la atención. El mar había quedado atrás. Pero el barco hundido aún pesaba en sus mentes.

—Ese humo… —murmuró Veyne, mirando las llamas con el ceño fruncido—. ¿Qué demonios era?

Saria sacudió la cabeza.

—No lo sé. Pero algo me dice que… liberamos algo. ¿Y si Eryon Taldare sí dejó un mensaje, pero ya no está allí? ¿Y si alguien se llevó lo que había en ese cofre y nos dejó el humo para avisarlo? No sé qué opción es más inquietante…

La noche cayó sobre ellos. Y Edric aún no había llegado.

—Debería haber llegado ya. —Saria miró el camino con el ceño fruncido.

Veyne exhaló y se pasó una mano por la cara.

—Lo mismo se ha echado atrás.

Aren se encogió de hombros.

—O lo mismo lo atrapó Lysandre.

Saria apretó los puños.

—Si no aparece mañana… iremos al pueblo a buscarlo.

Veyne sonrió con cansancio.

—Siempre metiéndonos en problemas, ¿eh?

La noche transcurrió en un silencio inusual. El fuego chisporroteaba suavemente mientras Saria, Veyne, Aren y Kaelthar mantenían la guardia, pero nada perturbó su descanso. El viento soplaba entre los árboles, arrastrando el aroma de la tierra húmeda y la leña ardiendo. El sonido de los búhos y las hojas agitadas era lo único que rompía la quietud. Después de todo lo que habían vivido en los últimos días, una noche tranquila parecía casi sospechosa.

Ambientación de la partida 1 del juego Her Odyssey

Estadísticas finales

Tiradas de dados: 6. Puntuación Omén: 6. Día desfavorable.

Partida 1 al juego Her Odyssey. Saria.
EstadísticasContadores
Vitalidad4Días favorables21
Rapidez3Días desfavorables14
Fortaleza4Esperanza13

Por los pelos. Casi no sobreviven a los acantilados y casi se nos ahoga Saria en el barco.

Hasta luego, gente!

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