Continuemos la historia con la crónica de la Partida 1 del juego Her Odyssey, día 28.
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Estadísticas iniciales

Estadísticas | Contadores | ||
---|---|---|---|
Vitalidad | 2 | Días favorables | 16 |
Rapidez | 2 | Días desfavorables | 11 |
Fortaleza | 3 | Esperanza | 13 |
El desafío de las cartas

Las picas sugieren bosques, acantilados, desiertos. Un cambio repentino en el clima. Restos. Una emboscada. Un juramento. Un malentendido. Dudas y desesperación. Una extraña bestia. Un enfrentamiento con la sombra del vagabundo.
Como el valor es 9, el desafío es medio.
Desarrollo

El viento azotaba la costa con una ferocidad inusual. Las olas se rompían contra las rocas, lanzando espuma y sal en todas direcciones. El cielo, oscurecido por nubes pesadas, prometía tormenta. Saria, Veyne y Aren avanzaban con cautela, sabiendo que no podían arriesgarse a quedar atrapados en medio de aquella furia natural. Kaelthar caminaba a su lado, su pelaje erizado, inquieto.
—No me gusta esto —murmuró Veyne, observando las nubes.
—Debemos buscar refugio antes de que empeore —añadió Aren.
Decidieron internarse en la vegetación cercana, siguiendo un sendero desgastado que parecía haber sido usado antes, aunque hacía mucho tiempo. La lluvia comenzó a caer en gotas gruesas, golpeando las hojas y el suelo con fuerza.
Fue entonces cuando Saria vio entre la espesura un viejo campamento, medio cubierto por la maleza.
Al acercarse, vieron los restos de una fogata antigua, cuyas piedras había sido cubiertas de musgo desde hace tiempo. Había una mochila desgastada con ropas desgarradas y empapadas por el tiempo, totalmente inservibles y un pequeño cofre de madera. El agua y el tiempo habían dañado el cofre, por lo que era sencillo abrirlo. Con un crujido, la madera húmeda cedió, revelando un pequeño rollo de pergamino envuelto en una tela.
—¿Qué es eso? —preguntó Veyne, inclinándose sobre su hombro.
Saria desenrolló el pergamino y comenzó a leerlo.
«Si estás leyendo esto, significa que buscas lo mismo que yo. Mi nombre es Eryon Taldare. He seguido las señales, he descifrado los mapas, pero la ciudad hundida no es lo que creemos. La última pista me llevó… al filo del abismo.»
—Eryon Taldare… —susurró Aren, con una mezcla de asombro y temor.
—»El filo del abismo»… ¿qué significa eso? —preguntó Veyne.
—No lo sé —admitió Saria—. Pero si esto es real, entonces Eryon llegó más lejos de lo que pensábamos.
El viento rugió con más fuerza, y el relámpago iluminó el cielo.
—Debemos irnos —insistió Aren—. Esto no es un buen lugar para quedarse.
Kaelthar gruñó, mirando con recelo entre los árboles.
La tormenta no daba tregua. El cielo rugía con cada relámpago, y la lluvia caía en una cortina furiosa que les empapaba la ropa y dificultaba la visión. Saria enrolló rápidamente el pergamino de Eryon Taldare y lo guardó en su morral, sintiendo que se trataba de una pieza clave en su búsqueda.
—No podemos seguir en campo abierto —dijo Veyne, elevando la voz sobre el viento—. Tenemos que encontrar un refugio ya.
Kaelthar gruñó, agachando las orejas con incomodidad. Sus instintos parecían advertirle de algo, pero Saria no podía detenerse a interpretar qué.
—Allí —señaló Aren, entrecerrando los ojos contra la lluvia.
A lo lejos, se alzaba una construcción abandonada en medio de los árboles. La silueta oscura contrastaba con los relámpagos que la iluminaban de forma intermitente. No parecía un simple establo o una cabaña de cazadores. Era más grande.
—¿Qué es eso? —preguntó Saria.
—Parece una vieja estación de vigilancia —respondió Aren—. Puede ser segura… o puede que no.

La alternativa era quedarse a la intemperie, así que no había elección.
Vamos a hacer una tirada de rapidez para llegar a la estación antes de que la tormenta empeore.
Tirada de dados: 1 y 3.
Éxito parcial.
El grupo avanzó con dificultad a través del barro y los arbustos empapados. El viento casi los empujaba hacia atrás, y en un momento, Saria resbaló y cayó de rodillas en el lodo, sintiendo el agua helada colarse entre sus ropas.
—¡Vamos! —Veyne la tomó del brazo y la ayudó a levantarse.
Aren fue el primero en llegar a la entrada de la estación. La puerta estaba entreabierta, y el interior era oscuro y silencioso. Con un empujón, lograron abrirla por completo y se precipitaron dentro.
La tormenta rugió con toda su fuerza en el momento exacto en que cruzaron el umbral. Kaelthar entró de último, sacudiéndose el agua de su pelaje.
El interior estaba frío y húmedo, pero al menos estaban protegidos de la lluvia. Dentro había varios muebles viejos cubiertos de polvo y telarañas, un viejo estandarte de la Orden del Mar, desteñido y rasgado. Sobre un escritorio desvencijado descansaban un montón de papeles. En el centro de la estructura, había un improvisado hogar de piedra, con restos de carbón húmedo.
—No somos los primeros que han estado aquí —murmuró Veyne, observando el estandarte.
—Esto era un puesto de vigilancia de la Orden —susurró Aren, tocando la tela rasgada—. Pero lo abandonaron hace mucho.
Saria se acercó al escritorio, moviendo los papeles con cuidado. Las hojas estaban amarillentas por la humedad, algunas irreconocibles, pero otras aún podían leerse. Entre los registros encontró menciones de patrullas, estrategias defensivas… y algo más. Un viejo informe hablaba sobre “movimientos sospechosos en la costa sur”, con referencias a algo llamado “El Umbral Sumergido”.
—¿El Umbral Sumergido? —leyó en voz alta.
Aren frunció el ceño.
—Nunca escuché ese término… pero suena a algo importante.
Las pistas se estaban acumulando, pero aún no podían ver la imagen completa.

Después de haber revisado los documentos, Saria se sentó cerca del viejo hogar de piedra, sintiendo un agotamiento abrumador instalarse en sus huesos. Habían pasado tantas cosas, y su mente no dejaba de dar vueltas. Aren ya estaba acostado en un rincón, con los brazos cruzados tras la cabeza, observando el techo con una expresión pensativa. Kaelthar, siempre alerta, descansaba cerca de la puerta, protegiéndolos con su mera presencia.
Veyne, en cambio, no parecía listo para dormir aún. Saria sintió su mirada sobre ella antes de que él siquiera hablara.
—¿Cómo te sientes? —preguntó en voz baja, acercándose y sentándose a su lado.
Ella soltó un suspiro, sin saber realmente qué responder.
—Estoy… cansada. Pero no solo físicamente —admitió, abrazándose las rodillas—. Todo esto… la Orden, la perla, Dagon… todo está pasando demasiado rápido.
Veyne asintió lentamente. Él la entendía.
—Nadie debería tener que cargar con tanto peso sola.
Saria lo miró de reojo. Había algo en su tono, en la forma en que la observaba, que la hizo estremecerse de una manera distinta.
—No estoy sola —murmuró, esbozando una sonrisa leve.
Él sonrió de lado y extendió su brazo alrededor de sus hombros, atrayéndola con suavidad hacia él. Fue un gesto protector, cálido… pero también íntimo.
—No lo estás. No mientras yo siga aquí.
Saria apoyó la cabeza contra su hombro, sintiendo cómo el cansancio la envolvía poco a poco.
—Gracias, Veyne.
Veyne se quedó en silencio unos instantes, su mirada fija en el fuego que parpadeaba débilmente en la hoguera. Luego, con un suspiro, se giró hacia Saria y le dedicó una sonrisa cansada, pero genuina.
—Sabes, Saria… No sé a dónde nos va a llevar todo esto. No sé si llegaremos a la ciudad hundida, si lograremos escapar de la Orden o si todo esto valdrá la pena al final. Pero lo que sí sé es que no cambiaría nada de lo que hemos vivido juntos.
Saria lo miró, sorprendida por la sinceridad en su voz.
—Veyne…
Él negó con la cabeza, con una leve sonrisa.
—No tienes que decir nada. Solo quiero que sepas que, pase lo que pase, estoy aquí. No por la perla, no por la ciudad hundida… sino por ti.
El corazón de Saria se aceleró, y por un momento, no supo qué responder. Veyne simplemente le dio un último vistazo, luego se acomodó en su manta y cerró los ojos con tranquilidad. Saria se quedó mirándolo un momento más, antes de recostarse y caer dormida en un profundo sueño.

Estadísticas finales
Tiradas de dados: 4. Puntuación Omén: 9. Día desfavorable.

Estadísticas | Contadores | ||
---|---|---|---|
Vitalidad | 3 | Días favorables | 17 |
Rapidez | 2 | Días desfavorables | 11 |
Fortaleza | 4 | Esperanza | 13 |
¿Qué puñetas será ahora el Umbral Sumergido?
Hasta luego, gente!
Her Odyssey. Partida 1. Día 27. Todo perdido.
El bosque aún susurraba con la voz del viento cuando llegó el amanecer. Habían escapado, pero no todos sus problemas…
Her Odyssey. Partida 1. Día 29. Ni bestia, ni hombre.
El viento aullaba con una ferocidad implacable, sacudiendo el viejo puesto de vigilancia como si intentara arrancarlo de la ladera…