Her Odyssey. Partida 1. Día 24. El camino dividido.

Continuemos la historia con la crónica de la Partida 1 del juego Her Odyssey, día 24.

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Estadísticas iniciales

Partida 1 al juego Her Odyssey. Saria.
EstadísticasContadores
Vitalidad2Días favorables13
Rapidez3Días desfavorables10
Fortaleza2

El desafío de las cartas

9 de Corazones

Los corazones sugieren tierras de cultivo, prados, páramos. Una clave. Curiosidad. Consecuencias tardías. Un ejército. Una trampa. Una acusación. Un mal funcionamiento. Un reflejo del amor perdido del vagabundo.

Como el valor es 9, el desafío es alto.

Desarrollo

La mañana llegó con una luz tenue, filtrándose entre los árboles con una brisa fría que agitaba la humedad en el aire. El grupo había avanzado en silencio después de lo ocurrido en el pantano, sin discutir mucho sobre Lysandre ni lo que había sido en realidad. Pero la tensión entre ellos no se disipaba del todo.

Había llegado el momento de decidir cuál sería su próximo paso.

Veyne se apoyó contra un tronco, con los brazos cruzados sobre su pecho y la mirada clavada en Saria.

—Los ancianos nos dijeron que en el punto intermedio podríamos encontrar más información. Podría haber gente que sepa algo sobre la ciudad hundida o sobre Eryon Taldare —dijo, con un tono firme, aunque sin alzar demasiado la voz.

Aren bufó, sacudiendo la cabeza con impaciencia.

—¿Y si la Orden nos está esperando allí? —intervino con frialdad—. Si se nos han adelantado, lo único que encontraremos es una trampa. Lo más seguro es ir directamente a Puerto Goldra. La Orden tiene influencia en muchas partes, pero un puerto es un lugar demasiado abierto y lleno de gente como para que nos capturen sin más.

Saria suspiró, cruzándose de brazos. Sabía que Aren hablaba con lógica, pero la idea de saltarse una posible fuente de información la inquietaba. Si iban a Puerto Goldra sin más, podrían estar perdiendo pistas valiosas sobre la ciudad hundida.

—No podemos ignorar el punto intermedio —dijo finalmente—. Los ancianos parecían confiar en que encontraríamos algo útil allí. Podría ser nuestra única oportunidad antes de llegar a la ciudad portuaria.

Aren exhaló con frustración, pasando una mano por su cabello oscuro.

—Saria, piénsalo bien —insistió, su voz sonando más tensa—. Tú misma dijiste que la Orden tiene ojos en todas partes. Ir hacia donde ellos podrían esperarnos es una locura.

—Entonces tendremos que ser cuidadosos —replicó Veyne—. Si simplemente corremos a Puerto Goldra sin saber qué nos espera allí, podríamos estar cometiendo un error aún mayor.

Saria miró a ambos, sintiendo la presión del momento. Sabía que cualquiera de las dos opciones tenía riesgos, pero su instinto le decía que el punto intermedio podría valer la pena.

—Vamos a seguir el camino que nos indicaron los ancianos —sentenció—. Pero si vemos algo sospechoso, nos iremos antes de que la Orden nos atrape.

Aren no parecía contento con la decisión, pero no discutió más. Solo se encogió de hombros con resignación.

—Espero que no estemos caminando directo a una emboscada —murmuró.

El grupo avanzaba con cautela por el sendero indicado por los ancianos. La tensión era palpable entre ellos después de la discusión sobre qué ruta tomar.

Tirada de dados

Cuando llegaron a un claro donde la niebla matutina comenzaba a disiparse, el inconfundible azul de los uniformes de la Orden del Mar apareció entre los árboles.

—¡Alto ahí! —gritó una voz autoritaria.

El crujido de ramas y hojas pisoteadas anunció su presencia antes de que pudieran reaccionar. En cuestión de segundos, más de una decena de soldados de la Orden emergieron de entre la maleza, rodeándolos. Todos llevaban las insignias de la Orden, sus armas desenvainadas y listas.

—Maldición… —murmuró Veyne, llevándose la mano a la empuñadura de su arma.

—Os estábamos esperando. —La voz de un hombre alto y robusto, que parecía estar al mando, resonó con burla—. Qué considerados sois al venir directamente a nosotros.

Aren apretó los dientes, reconociendo al oficial al mando.

—General Kaelvar… —susurró con evidente temor.

El general Kaelvar sonrió con suficiencia, clavando su mirada en Saria.

—¿Sabes lo mucho que nos has costado, niña? —preguntó con voz burlona—. La Orden ha movido cielo y tierra para atraparte. Y ahora, al fin, estás donde debes estar.

Los soldados se acercaron más, reduciendo cualquier posibilidad de escape.

Kaelthar gruñó ferozmente, mostrando los colmillos, pero el general ni siquiera pestañeó.

—Por supuesto, puedes hacer que esta captura sea más complicada… pero ¿realmente quieres arriesgarte? —dijo con una sonrisa ladina—. Sería una pena que alguien más sufriera por tu terquedad.

Uun chasquido metálico retumbó en el suelo.

Antes de que Saria pudiera reaccionar, un mecanismo oculto se activó bajo las patas de Kaelthar. Varias lanzas de madera gruesa y reforzada emergieron del suelo en un semicírculo, empujadas por una fuerte tensión de cuerdas que las levantaron al instante. El lobo gigante intentó saltar hacia atrás, pero de inmediato otro conjunto de trampas se disparó, formando una jaula de barras metálicas que lo dejó atrapado entre ellas.

—¡No! —gritó Saria, girándose hacia su compañero atrapado.

Kaelthar rugió con furia, golpeando con sus garras los barrotes con tal fuerza que algunos se doblaron levemente. Pero la Orden había venido preparada. Unos segundos después, una red gruesa fue lanzada sobre la jaula, cubriéndola con un tejido impregnado de algún tipo de sustancia adormecedora. El animal gruñó, resistiéndose, pero pronto sus movimientos comenzaron a volverse más pesados.

—No pensábamos arriesgarnos a que esa criatura interfiriera. —La voz burlona del general Kaelvar resonó por encima del caos—. Nos costó bastante preparar esto, pero ha valido la pena.

Los soldados alrededor parecían más confiados ahora que el mayor peligro había sido neutralizado.

Saria sintió la rabia arderle en la sangre. Su protector estaba atrapado, y ella había caído directo en la emboscada. Veyne y Aren desenfundaron sus armas instintivamente, pero al ver que la Orden los superaba en número, ambos vacilaron.

Saria sintió la perla latir con furia en su bolsillo. No, no podía dejarse atrapar así, no sin luchar. Pero ¿qué podía hacer ahora? Kaelthar estaba inmovilizado, y ellos estaban rodeados.

—Rendíos, y os prometo que todo será más fácil. —continuó Kaelvar, con una calma gélida—. No tenéis escapatoria.

Los soldados se acercaron aún más, listos para capturarlos.

Ambientación de la partida 1 del juego Her Odyssey

Saria miró a Kaelthar, atrapado en aquella jaula, el lobo gigante forcejeando inútilmente contra los barrotes. Su gruñido era bajo y gutural, pero sus movimientos eran cada vez más pesados por el efecto de la sustancia en la red. No podía dejar que lo mataran. No podía perderlo.

El general Kaelvar dio un paso adelante, con una sonrisa de victoria en su rostro curtido.

—Es sencillo, Guardiana. O colaboras, o mato a la bestia aquí y ahora.

La amenaza era real. Sus hombres rodeaban la jaula, con lanzas preparadas para atravesar el cuerpo de Kaelthar en cuanto él diera la orden.

—Tienes mi palabra de que ni tu compañero ni el desertor serán dañados. —continuó Kaelvar, señalando a Veyne y Aren—. Ambos viajarán con nosotros como… invitados. No como prisioneros. Pero tú, Saria, debes portarte bien.

Veyne miró a Saria, su mandíbula tensa, sus ojos diciéndole sin palabras que no se rindiera. Pero ¿qué opción tenían? Aren, por su parte, observaba la escena con el rostro endurecido, su expresión impenetrable.

—Nos dirigimos a Puerto Goldran. —siguió el general, su tono casi cortés—. El gran general Leyvysk desea conocerte personalmente.

Puerto Goldran.

—…De acuerdo. —murmuró con voz tensa—. Iré con vosotros. Pero no toquéis a mis compañeros ni a Kaelthar.

—Sabia elección.— dijo Kaelvar sonriendo con suficiencia.

Los soldados bajaron levemente sus armas, pero no del todo. Seguían alertas. Kaelthar gruñó, pero su mirada se posó en Saria, esperando su decisión.

—Caminaremos hasta el campamento de la Orden, y allí descansaremos. —ordenó Kaelvar—. Al amanecer, partiremos hacia Puerto Goldran.

Kaelvar dio la orden y los soldados de la Orden comenzaron a reagruparse. La decisión estaba tomada.

Se dejarían llevar hasta Puerto Goldran. Era una jugada arriesgada, pero Saria lo sabía: al menos, con la escolta de la Orden, nadie más podría atacarlos en el camino. Ni emboscadas inesperadas, ni criaturas del pantano, ni súcubos hambrientos. Solo quedaba esperar el momento adecuado para actuar.

Kaelthar permanecía atrapado en su jaula, sus ojos clavados en Saria con una mezcla de frustración y entendimiento. No podía ayudarla esta vez. Veyne y Aren caminaron en silencio a su lado cuando los soldados los escoltaron hacia el campamento de la Orden.

El viaje a Puerto Goldran continuaba.

Ambientación de la partida 1 del juego Her Odyssey

Estadísticas finales

Tiradas de dados: 3. Puntuación Omén: 9. Día desfavorable.

Partida 1 al juego Her Odyssey. Saria.
EstadísticasContadores
Vitalidad3Días favorables13
Rapidez3Días desfavorables11
Fortaleza3

Bueno… el objetivo era Puerto Goldran… por lo menos an en esa dirección…

Hasta luego, gente!

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