Ya estamos en mayo, el mes de las flores, en el juego Conservas en el intento 1.
Antes de nada, si acabas de aterrizar y quieres hacerte una idea de qué va este juego, haz clic aquí para ir a la página donde más o menos explico de qué va. Y si quieres ir a la página oficial del juego, aquí tienes su enlace.
Y ahora, veamos de qué va este escenario antes de comenzar.
El escenario Mayo en Conservas
Tema
Después de varios meses de crecimiento constante, te toca pagar nuevos costes de mantenimiento. El almacén necesita reparaciones, hace falta nueva maquinaria de enlatado y tendrás que contratar a algunos empleados adicionales. Este mes habrá muchos gastos imprevistos.
Preparación
Capital inicial: 20 monedas
Contenido para la bolsa: 5 sardinas, 5 zamburiñas, 5 pulpos y 10 fichas de agua.
Barco inicial (al azar entre 2): Percebe un olor.
Objetivos financieros y de sostenibilidad
Estándar: 25 monedas, 6 zamburiñas y 4 pulpos.
Difícil: 30 monedas, 6 zamburiñas, 4 pulpos, 3 barcos y 2 mejoras.

Desarrollo del escenario
Día 1
El primer día de mayo se abrió con el rumor de nuevas responsabilidades. El Percebe un olor salió a faenar aún con las costuras flojas: necesitaba reparaciones que no habíamos tenido tiempo de acometer. El resultado fue el esperado: ni una sola captura llenó sus bodegas.
Pero este mes no es tiempo de lamentos: los gastos del almacén, la maquinaria y los nuevos empleados acechan como tormentas en el horizonte. No podíamos permitirnos quedarnos quietos. Con los ahorros acumulados tomé una decisión arriesgada: invertir en una nueva embarcación.
Entre lo que ofrecía el mercado, me decidí por una de tamaño medio, sólida y confiable, aunque algo cara y con su coste de mantenimiento. Su nombre, sin embargo, me llamó mucho la atención, trayéndome recuerdos de tiempos pasados: El Chipironcuatre. Al verlo, casi podía ya oler el aroma de las capturas que aseguraría desde el primer momento.

Día 2
El segundo día de mayo me encontró de nuevo postrada. La primavera siempre ha sido mi estación más difícil: el aire cargado de polen me abrasa la garganta y me nubla los ojos, hasta obligarme a resguardarme en casa como si el mundo exterior fuera un enemigo invisible.
Mientras yo libraba esa batalla silenciosa, la empresa siguió su curso sin mí. No pude dar órdenes ni tomar decisiones, y apenas recibí un puñado de palabras de mis hombres de confianza: «La jornada fue tranquila». Ningún detalle más, ninguna cifra, ninguna novedad, no por maldad o por dejadez, sino para dejarme descansar tranquila y recuperarme. ¡Son unos soletes!
Así quedó grabado el día 2: como un hueco en blanco en mi memoria, un compás de espera en el que confié plenamente en los míos, a sabiendas de que la compañía estaba en manos leales.
Día 3
El tercer día de mayo, mis hombres me confesaron que el día anterior había sido estéril: ni una sola captura. Y aunque este día el mar se mostró un poco más generoso, tampoco fue espléndido. Entre nuestras dos embarcaciones logramos apenas un lote de zamburiñas y dos de pulpos, un botín modesto para quienes cargábamos con tantas expectativas.
Aun así, decidí mantener la calma, tomar decisiones estratégicas. Uno de los lotes de pulpos o el de zamburiñas lo invertí en sacarle partido a las aguas protegidas: con ello conseguimos una subvención, un ingreso seguro a cambio de atravesar esas zonas sin faenar, demostrando respeto por los ciclos naturales. El otro lote de pulpos, en cambio, pasó a la fábrica y de allí al mercado, donde se vendió con rapidez. Nuestro nombre ya corría en boca de todos, y las gentes reconocían en nuestras conservas una calidad que nos distinguía.
Con el capital que aún guardábamos, me lancé a ampliar la flota una vez más. Esta vez elegí una embarcación más barata que la última adquisición, de media-baja capacidad de carga y con un mantenimiento moderado, nada excesivo. Complementaba perfectamente a nuestras naves ya en activo. Y además, con el Percebe un olor camino de alcanzar la categoría de barco mediano gracias a las reparaciones, la pieza encajaba perfectamente en nuestra estrategia.
El nuevo barco había sido bautizado como El Pezdigitador, y no solo yo esperaba que la magia inundase sus redes.

Día 4
El cuarto día de mayo amaneció con un aire distinto, casi prometedor, y por fin, entre nuestras embarcaciones, logramos cinco lotes en total: uno de sardinas, dos de pulpos y dos de zamburiñas. No era un pleno, pero sí el mejor resultado del mes hasta el momento, y en la cubierta se respiraba entusiasmo renovado.
En la fábrica no hubo dudas: las sardinas y los pulpos pasaron de inmediato a las calderas, y pronto se convirtieron en conservas listas para el mercado. Fue un visto y no visto.
Las zamburiñas, en cambio, tuvieron un destino distinto. Con ellas invertimos en algo clave para nuestro futuro: una nave dedicada al mantenimiento de la flota, que nos permitiría ahorrar costes y prolongar la vida de nuestros barcos. No era solo un gasto, sino un paso adelante en la consolidación de nuestras instalaciones y plantilla, que crecían al ritmo de nuestras ambiciones.
Y aún quedaba un movimiento más. Aprovechando los beneficios y con la vista puesta en ampliar nuestra presencia en el mar, decidí incorporar una nueva embarcación a la compañía: El Dorado. Algo caro y de capacidad media-baja, sí, pero, al ser un navío más moderno, no tenía apenas costes de mantenimiento.
Mayo, que había comenzado con silencios y redes vacías, empezaba a tomar el color del progreso.

Día 5
El quinto día de mayo volvió a llenar nuestras cubiertas con la fuerza del océano. Las redes, tras horas de faena, nos regalaron seis lotes en total: tres de pulpos, dos de zamburiñas y uno de sardinas.
En la fábrica, las calderas rugieron sin descanso. Tres lotes de pulpo y uno de zamburiñas se transformaron en conservas listas para el mercado, productos de calidad que sabíamos que desaparecerían en cuanto tocaran los puestos de venta.
Los dos lotes restantes, sin embargo, no siguieron ese camino. Decidí destinarlos a la Financiación de la Conservación, un programa que buscaba equilibrar la voracidad de los pescadores con la necesidad de mantener vivo el mar. Era una apuesta a futuro: garantizar que las aguas pudieran seguir siendo fértiles sin el riesgo de quedar esquilmadas por nuestra propia ambición.

Día 6
En el sexto día de mayo dos de nuestras embarcaciones se aventuraron más allá, hacia las aguas protegidas, con la intención de buscar caladeros distintos. La jugada no fue sabia: regresaron con redes mojadas y poco más.
Los otros barcos de la flota, más prudentes, fueron quienes salvaron el día. Entre ambos lograron dos lotes de sardinas y uno de zamburiñas, un botín modesto, pero suficiente para mantener la rueda en marcha.
Decidí darles un destino medido. Un lote de sardinas pasó directamente a fábrica y fue enlatado, llenando de humo y bullicio la sala de conservas. El otro lote de sardinas, junto con el de zamburiñas, los invertimos en el programa «Madre Naturaleza», un esfuerzo por fomentar la reproducción de estas especies en los mares. El proyecto fue recibido como un éxito.
Y, como ya se había convertido en costumbre en este mes de expansión, la jornada cerró con una nueva adquisición: otro Pez Limoncello se sumó a nuestra flota. Caro en su precio inicial, pero de bodega mediana y sin mantenimiento. Una apuesta segura.

Día 7
En el amanecer del séptimo día de mayo, nuestras embarcaciones regresaron al puerto con las bodegas rebosantes, y al contarlas descubrimos la magnitud del botín: once lotes en total, nada menos que siete de sardinas y cuatro de zamburiñas. Las cubiertas parecían alfombradas de plata y nácar, y los marineros no podían contener la euforia.
La fábrica se convirtió en un hervidero. El humo de las calderas y el tintineo de las máquinas no se detuvieron hasta que cada lote quedó enlatado, etiquetado y listo para la venta. En el mercado, las conservas volaron de los puestos como si fueran tesoros de un naufragio recién rescatado. Fue un día de beneficios grandiosos.
La tripulación del Pez Limoncello siguió con la búsqueda iniciada en días anteriores. Aunque solo trajo a puerto un lote modesto, su verdadero logro fue otro: descubrió un nuevo caladero perfecto para faenar.

Día 8
El octavo día de mayo llegó con la misma fuerza desbordante que el anterior. Una vez más, nuestras embarcaciones volvieron al puerto con las bodegas rebosantes: once lotes en total, fruto del esfuerzo de toda la flota. Tres de los barcos habían faenado en el nuevo caladero descubierto por el Pez Limoncello, confirmando que aquel hallazgo era, sin duda, una joya del océano.
Esta vez, sin embargo, no toda la pesca terminó en la fábrica. De los lotes capturados, dos de sardinas fueron destinados a un propósito más noble: la fundación de una Cofradía de Pescadores en nuestro puerto. Un espacio donde marineros y trabajadores pudieran reunirse, compartir experiencias y proteger sus derechos, pero también reforzar ese sentido de comunidad que hace fuerte a cualquier empresa. Fue recibido con orgullo y gratitud, y las celebraciones se mezclaron con el bullicio del mercado.
El resto de las capturas sí pasó a las calderas y a las manos incansables de los trabajadores de la fábrica. El humo impregnó el aire, y pronto las conservas inundaron el mercado, vendiéndose con la misma rapidez que en días anteriores. Los beneficios fueron, una vez más, enormes.

Cumplimiento de objetivos
El mes de mayo cerró con cofres llenos, una flota más fuerte que nunca y, sobre todo, una Cofradía de Pescadores que sellaba nuestro compromiso no solo con el mar, sino también con la gente que lo navega.
Estos han sido los resultados obtenidos:
Capital final: 97 monedas
Contenido de la bolsa: 6 pulpos, 10 zamburiñas, 8 sardinas y 10 fichas de agua.
Barcos finales 5: Percebe un olor, El Chipironcuatre, El Pezditidigitador, El Dorado y Pez Limoncello.
Número total de mejoras adquiridas: 5

Hemos superado el nivel en dificultad Difícil.
Mayo ha estado bastante bien. Al principio parecía algo complicado, pero luego todo ha ido sobre ruedas.
Hasta luego, gente!
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