Llegó Junio en el modo campaña del juego Conservas en el intento 1.
Antes de nada, si acabas de aterrizar y quieres hacerte una idea de qué va este juego, haz clic aquí para ir a la página donde más o menos explico de qué va. Y si quieres ir a la página oficial del juego, aquí tienes su enlace.
Y ahora, veamos de qué va este escenario antes de comenzar.
El escenario Junio en Conservas
Tema
Es temporada alta, así que tendrás que ser muy eficiente a la hora de completar pedidos para mantener contentos a los clientes. Tu equipo de logística ha decidido el orden exacto en el que deben salir los envíos.
Tendrás que coordinar tus barcos para que todo salga en el orden establecido.
Preparación
Capital inicial: 15 monedas
Contenido para la bolsa: 7 sardinas, 5 zamburiñas, 5 mejillones y 8 fichas de agua.
Barco inicial (al azar entre 2): Trabalenguado.
Objetivos financieros y de sostenibilidad
Estándar: 40 monedas, 5 sardinas, 5 zamburiñas y 5 mejillones.
Difícil: 30 monedas, 6 sardinas, 6 zamburiñas y 6 mejillones.

Desarrollo del escenario
Día 1
El primer día de junio amaneció con un aire vibrante, con el verano ya llamando a la puerta. El Trabalenguado regresó del mar con dos capturas bien distintas: un lote de sardinas y otro de mejillones. Era todo lo que podía capturar en un día.
Con una reserva económica razonable tras los meses anteriores, decidí destinar ambas capturas a un fondo de Financiación de la Conservación de sardinas y mejillones en nuestras aguas. El objetivo era claro: asegurar que estas especies pudieran seguir reproduciéndose y, con ello, que nuestras redes encontraran abundancia en los días venideros.
Pero no quise quedarme ahí. Junio prometía ser un mes exigente y de grandes pedidos, y la flota debía estar a la altura. Con parte del capital, amplié nuestras fuerzas con la compra de una nueva embarcación: El Dorado. Algo pequeña y cara, sí, pero con la gran ventaja de no tener ningún coste de mantenimiento gracias a su construcción moderna.
El calendario de pedidos ya nos marcaba el ritmo, y nosotros estábamos listos para seguirle el compás.

Día 2
El segundo día de junio confirmó lo que ya sabíamos: el Trabalenguado, pese a su tamaño modesto, tenía un alma incansable. Fue él quien regresó al puerto con las bodegas repletas de abundancia: un lote de sardinas y otro de mejillones.
El Dorado, en cambio, partió hacia rutas más lejanas, buscando nuevos bancos de peces. Su misión era exploratoria, y aunque volvió con las redes vacías, la tripulación aseguraba haber divisado indicios de caladeros que podrían dar frutos en el futuro.
No era momento de arriesgar más de la cuenta. Con los gastos del mes acechando, decidí apostar por lo seguro: ambas capturas fueron enlatadas en la fábrica y se vendieron en el mercado, dejando un puñado de beneficios modestos pero necesarios, un respiro en nuestras arcas.

Día 3
El tercer día de junio, nuestros dos barcos regresaron con las bodegas medio llenas, cada uno con su propio tesoro: El Dorado trajo un lote de sardinas, mientras que el Trabalenguado nos regaló un lote de zamburiñas. No era un botín desmesurado, pero sí suficiente para mantener vivo el pulso de la empresa.
Sin embargo, sabía que la temporada alta no admitía conformismos. Necesitábamos crecer para responder a los pedidos que se avecinaban. Así que tomé una decisión audaz: adquirimos un nuevo barco, grande y caro, dotado de motores de última generación que lo hacían libre de mantenimiento. Su sola silueta en el muelle, sólida y moderna, inspiraba confianza en la tripulación. Ahí estaba el Bogavanti.
En cuanto a las capturas del día, no las llevé al mercado. En su lugar, las destinamos a solicitar de nuevo la subvención de Aguas Protegidas. Si íbamos a explorar y buscar nuevos caladeros, era esencial contar con el respaldo de ese programa, que recompensaba nuestra prudencia al atravesar ciertas zonas sin faenar. Era una forma de transformar un botín modesto en una inversión estratégica, asegurando el futuro de nuestras expediciones.

Día 4
El cuarto día de junio fue un verdadero festín de capturas. Nuestra flota al completo se hizo a la mar y regresó con seis lotes espléndidos: dos de zamburiñas, dos de sardinas y dos de mejillones. Las cubiertas rebosaban vida, y la tripulación celebraba con la alegría de saberse parte de un esfuerzo bien recompensado.
El mercado clamaba por nuestras conservas, y era el momento de responder a esa demanda. En la fábrica, las calderas rugieron y los cuchillos resonaron sobre las mesas mientras preparábamos las tandas. Cuatro lotes se convirtieron en producto listo para el consumo: uno de zamburiñas, dos de sardinas y uno de mejillones. Las latas volaron de los puestos como si fueran joyas recién pulidas, y las monedas llenaron nuestras cuentas.
Los dos lotes restantes no siguieron el camino del mercado. Los destinamos a esfuerzos de rehabilitación en zonas marinas que habíamos detectado cada vez más despobladas. Era un gesto necesario: devolver vida al océano para garantizar que la abundancia de hoy no se convirtiera en la escasez de mañana.
Y aún quedaba espacio para un movimiento más. Con parte de las ganancias, decidí reforzar la flota con un nuevo navío: el Chanquete. Chiquitito, barato y con algo de mantenimiento, sí, pero también útil. Su llegada fue celebrada con risas en el puerto, y pronto quedó claro que, pese a su tamaño, sería una pieza clave en nuestra familia marinera.
Junio avanzaba, y nuestra empresa parecía estar encontrando el equilibrio perfecto entre prosperidad y responsabilidad.

Día 5
El quinto día de junio fue pura abundancia. Nuestra flota se lanzó al mar con determinación, y regresó con las bodegas colmadas: nueve lotes en total. El puerto se llenó de voces, risas y el inconfundible olor del mar recién traído a tierra.
Los nueve lotes fueron llevados a la fábrica, donde las calderas y los hornos trabajaron a pleno rendimiento. En pocas horas, el bullicio del enlatado se convirtió en una montaña de conservas listas para viajar. Y así, con la misma rapidez con que habían sido elaboradas, las enviamos directamente al mercado.
Los pedidos de nuestra agenda quedaron cumplidos al pie de la letra, y nuestros clientes más lejanos, mayoristas que dependen de puntualidad y calidad, recibieron sus envíos a tiempo. La satisfacción se extendió como un rumor positivo, consolidando nuestro nombre en tierras distantes.
Aquel día fue un gran avance. Nos estábamos convirtiendo en una compañía capaz de responder a la temporada alta con disciplina, eficiencia y la calidad que el mercado exigía.

Día 6
El sexto día de junio decidí bajar el ritmo. Tras la abundancia del día anterior, temía que nuestros caladeros empezaran a resentirse, así que ordené a parte de la flota salir con la consigna de volver a media carga. Aun con esa prudencia, el mar nos regaló una pesca nada despreciable: siete lotes en total, suficientes para mantener viva la maquinaria de la empresa sin sobreexplotar las aguas.
De esos lotes, seis fueron destinados de inmediato a los pedidos que teníamos comprometidos. Era vital cumplir con los plazos, sobre todo en temporada alta, cuando los clientes al por mayor no perdonan un retraso.
El lote sobrante tuvo un destino diferente. Lo invertimos en una estrategia de Rebranding, un movimiento pensado para dar mayor flexibilidad a nuestras relaciones comerciales. Gracias a ello, los clientes aceptarían con agrado la posibilidad de intercambiar un tipo de conserva por otra sin menospreciar el producto, dándonos margen para adaptarnos a lo que el mar nos ofreciera cada día.
Junio avanzaba, y nosotros aprendíamos a bailar al compás de la demanda sin olvidar el latido del mar.

Día 7
El séptimo día de junio nuestra flota salió con energías renovadas. Entre las cuatro embarcaciones logramos una captura magnífica: nueve lotes en total, que llenaron las cubiertas de bullicio y orgullo.
De ellos, seis partieron de inmediato hacia los pedidos comprometidos. Cada envío puntual reforzaba nuestra reputación entre los clientes mayoristas, que ya empezaban a vernos como un socio fiable y disciplinado.
Los otros tres lotes tuvieron destinos más singulares. Dos los destinamos a una donación para una empresa de Rescates Piscícolas, una organización con la que ya colaboraban algunos de nuestros hombres y que se dedicaba a salvar y trasladar especies en peligro. Fue un gesto que reforzó no solo nuestros lazos con el mar, sino también con quienes lo defienden día a día.
El último lote lo repartí como bonificación entre mis trabajadores. No en monedas, sino en producto fresco, tangible, que podían llevar a sus hogares como símbolo de agradecimiento. El gesto fue pequeño en apariencia, pero el efecto enorme: la moral de la tripulación se disparó, y las cubiertas se llenaron de sonrisas y voces alegres que celebraban no solo la abundancia del mar, sino también el valor de sentirse parte de una gran familia.

Día 8
El octavo y último día de junio amaneció con el regreso de nuestras embarcacionesa puerto con las bodegas rebosantes, cargadas con diez magníficos lotes que parecían brillar bajo el sol.
No hubo dudas ni titubeos. Toda esa riqueza fue llevada directamente a las fábricas, donde el ajetreo de calderas, cuchillos y hornos trabajó sin descanso para dar forma a las conservas. Cada lata producida tenía ya dueño: eran los pedidos agendados que cerraban el mes, compromisos que debíamos cumplir con precisión quirúrgica en esta temporada alta.
Al caer la tarde, las bodegas estaban vacías, las fábricas exhaustas y los clientes satisfechos. Habíamos logrado responder a la demanda en tiempo y forma, un triunfo que consolidaba nuestro nombre como sinónimo de eficiencia y fiabilidad.

Cumplimiento de objetivos
En plena temporada alta, la flota se coordinó con precisión y la fábrica rugió sin descanso. Cada lote halló su lugar en pedidos exigentes, en proyectos de conservación o en gestos hacia la tripulación.
Estos han sido los resultados obtenidos:
Capital final: más de 60 monedas
Contenido de la bolsa: 20 sardinas, 7 zamburiñas, 15 mejillones y 7 fichas de agua.
Barcos finales 4: Trabalenguado, El Dorado, Bogavanti y Chanquete.
Número total de mejoras adquiridas: 5

Hemos superado el nivel en dificultad Difícil.
Lo de las sardinas de junio no tiene nombre…. es que metías la mano en la bolsa y solo sacabas sardinas… ¡Madre mía, que forma de multiplicarse!
Hasta luego, gente!
Conservas. Mayo. Intento 1
El mes de mayo de modo campaña del juego conservas, en nuestro intento 1, nos ha dado algún quebradero de cabeza con las tres especies de…
Conservas. Julio. Intento 1
Julio, intento 1. Campaña del juego Conservas. Menuda flota con la que nos hemos hecho y por no hablar de la caja que hemos conseguido este


