Conservas. Abril. Intento 1

Y llegó el mes de abril en el juego Conservas en el intento 1.

Antes de nada, si acabas de aterrizar y quieres hacerte una idea de qué va este juego, haz clic aquí para ir a la página donde más o menos explico de qué va. Y si quieres ir a la página oficial del juego, aquí tienes su enlace.

Y ahora, veamos de qué va este escenario antes de comenzar.

El escenario Abril en Conservas

Tema

Hay mucha demanda de tus dos productos estrella, lo cual es bueno y malo a la vez… ¡Tienes que seguir el reitmo del mercado!

Este mes tendrás que completar algunos pedidos grandes para dejar contentos a tus compradores al por mayor.

Preparación

Capital inicial: 20 monedas

Contenido para la bolsa: 6 sardinas, 6 mejillones y 10 fichas de agua.

Barco inicial (al azar entre 2): ¿Te parece bonito?

Objetivos financieros y de sostenibilidad

Estándar: 90 monedas.

Difícil: 120 monedas.

Conservas. Abril. Intento 1. Inicio

Desarrollo del escenario

Día 1

El primer día de abril amaneció con cielos despejados y un aire que parecía invitar a la fortuna. El ¿Te parece bonito?, pequeñito pequeñito, se lanzó al mar rodeado de bancos de sardinas que brillaban bajo las aguas como plata en movimiento, y de cardúmenes de mejillones que se extendían en colonias oscuras en el lecho marino. Todo estaba allí, al alcance de las redes.

Y sin embargo, la suerte se nos volvió esquiva. Tiramos y recogimos las redes una y otra vez, pero regresaron vacías, mojadas solo con espuma blanca. La tripulación mascullaba, y yo sentía cómo la ilusión del alba se iba tornando en silencio resignado.

No quise que aquella jornada se cerrara en derrota. Gracias a los ahorros acumulados en meses anteriores, decidimos dar un paso audaz: incorporamos a la flota una nueva embarcación de tamaño medio, el Pez Limoncello. De precio elevado, sí, pero con el atractivo irresistible de un mantenimiento nulo. Su llegada fue recibida con entusiasmo en el puerto.

Conservas. Abril. Intento 1. Dia 1

Día 2

El segundo día de abril volvió a poner a prueba nuestra paciencia. El ¿Te parece bonito? salió al mar y regresó, de nuevo, con las bodegas vacías. Algunos marineros empezaban a bromear con que el barco estaba maldito, aunque en sus ojos había un poso de inquietud.

El contraste lo puso el Pez Limoncello, que en su primera salida oficial se mostró brillante y eficaz. Sus redes emergieron cargadas y vibrantes: tres lotes de mejillones en una sola faena, un pleno que arrancó vítores y devolvió el ánimo a la tripulación. La cubierta olía a mar profundo y la sensación de éxito se respiraba en cada rincón.

Decidí repartir aquel botín con cabeza. Un lote fue enlatado y vendido de inmediato en el mercado, donde desapareció entre las manos ávidas de compradores. Los otros dos lotes los destinamos a algo menos visible, pero de gran importancia: reforzar nuestros esfuerzos de rehabilitación en el fondo marino, para asegurar la repoblación de las especies. Porque quizás la sequía del ¿Te parece bonito? no era simple mala suerte, sino un aviso de que las poblaciones estaban flaqueando.

Aun así, no dejé que la desconfianza me ganara. Seguí creyendo que la pesca volvería a nuestras redes, y por ello decidí dar un paso más: ampliar la flota. Con parte del capital de la empresa adquirimos una nueva embarcación, pequeña y veloz, aunque con cierto coste de mantenimiento. Su nombre arrancaba carcajadas en el puerto: el Usain Boat.

Cerramos la jornada con un barco aún maldito por la suerte, otro que había demostrado su valía, y un tercero recién llegado que ya despertaba expectativas.

Conservas. Abril. Intento 1. Día 2

Día 3

El tercer día de abril trajo consigo un aire distinto. El ¿Te parece bonito?, tras días de sequía y redes vacías, consiguió por fin su primera captura, arrancando vítores de su tripulación, que respiraba aliviada de haber roto la mala racha. No fue el único estreno: el recién llegado Usain Boat también regresó con éxito en su primera jornada bajo nuestro pabellón. Entre ambos, y con el apoyo del Pez Limoncello, logramos un total de cinco lotes que llenaron de júbilo el muelle.

La fábrica se llenó de humo y bullicio. Tres de esos lotes se transformaron de inmediato en conserva y salieron rumbo al mercado: uno de sardinas, y otro en forma de nuevo producto combinado de sardinas y mejillones, que provocó entusiasmo entre los clientes. Las latas desaparecían de los puestos como si fueran tesoros recién descubiertos.

Los dos lotes restantes los utilicé con visión de futuro: los invertimos en crear una oferta de productos que multiplicó el interés del público y nos dio un incremento notable en los beneficios.

Por último, coroné el día con la ampliación de la flota. Incorporamos al puerto una nueva embarcación: el Trabalenguado, pequeño y sencillo, pero barato y útil, una pieza más en el engranaje creciente de nuestra compañía.

Conservas. Abril. Intento 1. Día 3

Día 4

El cuarto día de abril fue, para mí, un abismo en blanco. Una terrible gripe me postró en la cama, con la frente ardiendo y los huesos pesados como plomo. No hubo fuerzas para levantarme, ni para dirigir la empresa, ni siquiera para asomarme a la ventana y contemplar el mar que tanto me animaba.

Mis hombres, conscientes de mi estado, optaron por el silencio. Apenas me hicieron llegar un mensaje breve: “El día fue bueno”. Nada más. No quise preguntar, no tenía fuerzas, ni ellos quisieron molestarme con detalles. Supongo que era su manera de cuidar de mí, dejándome descansar mientras ellos mantenían la rueda girando.

Así quedó el día 4 en mi memoria: un vacío marcado por la fiebre y el murmullo distante de la empresa funcionando sin mi mano. Y aunque el recuerdo es brumoso, me reconforta pensar que, incluso sin mi mirada vigilante, la compañía supo mantenerse a flote.

Día 5

El quinto día de abril me encontró aún convaleciente, débil en cuerpo pero inquieto en espíritu. El encierro me estaba consumiendo más que la fiebre, así que decidí volver a tomar las riendas de la empresa. No era desconfianza hacia mis hombres, sino pura necesidad: necesitaba sentir de nuevo el pulso del mar, aunque fuera desde la oficina y no desde la cubierta.

La jornada no fue un pleno, pero poco le faltó. Seis lotes en total llenaron nuestras bodegas: cuatro de mejillones y dos de sardinas. No quise enredarme con experimentos ni complicaciones. En la fábrica, el humo y el bullicio se tradujeron en conservas: dos tandas combinadas, hechas con cuatro lotes, que salieron al mercado como un producto fuerte y reconocido; y dos tandas puras de mejillones, siempre bien recibidas por los compradores más tradicionales.

El día ya habría sido redondo con eso, pero mi espíritu inquieto pedía más. Con parte de los beneficios acumulados, me dejé llevar por una nueva adquisición: una embarcación de capacidad media, con un precio razonable. Así dimos la bienvenida al Navajita Plateá a nuestra flota. Su presencia, brillante y prometedora, se unía al coro de barcos que cada día hacía más imponente nuestra compañía.

Al anochecer, aún cansado por la enfermedad, me dejé caer en el catre con una sonrisa. Habíamos capturado, vendido y crecido.

Día 6

El sexto día de abril amaneció con un aire vibrante, y el mar nos entregó su riqueza sin reservas. Fue un pleno absoluto: diez lotes en total, repartidos en un equilibrio perfecto, cinco de sardinas y cinco de mejillones. Las cubiertas se llenaron de brillo plateado y de conchas húmedas, y la tripulación estalló en vítores como si hubiéramos conquistado un reino entero.

Ante semejante abundancia, decidí obrar con mesura. En la fábrica, ocho de los lotes se transformaron en conservas tradicionales: cinco tandas de sardinas y tres de mejillones, productos simples pero sabrosos, destinados a los paladares más clásicos, aquellos que buscan en cada lata el sabor puro del mar sin artificios. Pronto los compradores se disputaban nuestras conservas como si fueran piezas de oro.

Los dos lotes restantes de mejillones no tomaron ese camino. Al ver la notable ausencia de depredadores en las aguas, comprendí que era el momento de devolver al mar parte de lo que nos había dado. Los liberamos en alta mar, permitiendo que se reprodujeran y aseguraran el futuro de su especie.

Y porque no todo son monedas ni ventas, con parte de los beneficios organizamos una jornada de recreo para los empleados y sus familias. Alquilamos embarcaciones ligeras y nos internamos en las aguas tranquilas para contemplar a los delfines saltando en libertad. Las risas de los niños, los aplausos al ver a los cetáceos jugar entre las olas, y el descanso compartido bajo el sol tejieron una red invisible de confianza y unión que ningún temporal podría romper.

El día terminó con cofres llenos, clientes satisfechos y un océano un poco más vivo gracias a nuestra decisión. Mi cuerpo seguía débil, pero mi espíritu estaba más fuerte que nunca.

Día 7

El séptimo día de abril volvió a ser un canto de prosperidad. El mar nos entregó con generosidad diez lotes más, esta vez seis de sardinas y cuatro de mejillones, que llenaron nuestras cubiertas hasta hacer crujir la madera bajo su peso. No hubo dudas: todo se llevó a la fábrica, donde el humo y el hierro transformaron aquella abundancia en conservas listas para volar al mercado.

Los beneficios fueron notables, y decidí reinvertirlos de inmediato en un salto de calidad para la empresa. Así llegó a nosotros una embarcación distinta a todas las anteriores, con un nombre breve y exclamativo: ¡Ostras!. Su bodega de carga, la más grande de toda nuestra flota, la convertía en una promesa de riqueza desbordante, un coloso preparado para recoger cardúmenes enteros.

Mientras la tripulación celebraba, yo no podía apartar la mirada de su silueta imponente, recién amarrada en el muelle. Sabía que al día siguiente llegaría su bautismo en el mar, y la expectativa se palpaba en cada gesto. Si cumplía lo que prometía, los beneficios serían increíbles, y podríamos cumplir nuestra misión antes de la finalización de este mes.

Día 8

El octavo día de abril llegó como un estallido final, el broche dorado de un mes marcado por la abundancia. Los barcos regresaron al puerto con las bodegas a reventar, y al contarlas descubrimos la magnitud de la jornada: quince lotes en total.

La fábrica se encendió como un hormiguero incansable. Once lotes pasaron directamente a las máquinas y los hornos, convirtiéndose en conservas que pronto inundarían el mercado: seis de sardinas y cinco de mejillones, simples, sabrosas y demandadas como siempre.

Pero reservé dos lotes para algo distinto: los utilizamos en perfeccionar la preparación de las ostras, elaborando una receta innovadora que resaltaba todo su sabor. El resultado fue un producto exquisito, tan atractivo que nos permitió venderlo a un precio superior, consolidando aún más nuestro prestigio en el mercado.

Los dos lotes restantes de mejillones los repartí entre mis empleados, como un beneficio extra, un gesto de gratitud hacia esa gran familia que día tras día mantiene en pie nuestra empresa. Ver sus sonrisas, sus mesas rebosantes y a sus familias contentas me recordó que la verdadera riqueza está en la felicidad compartida.

Cumplimiento de objetivos

Así cerramos abril: con los cofres llenos, nuevas recetas que elevaban nuestro nombre y una tripulación más unida que nunca. El mar nos había regalado abundancia, y nosotros supimos respetarlo en todo momento. Fue el final perfecto de un mes que consolidó nuestra compañía como una fuerza imparable en las aguas y en el mercado.

Estos han sido los resultados obtenidos:

Capital final: 121 monedas

Nota: en la imagen no se ve bien, pero sí hemos conseguido el capital necesario.

Hemos superado el nivel en dificultad Difícil.

¡Y volvemos a bordar nuestra actuación en el mes de abril!

Hasta luego, gente!

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