El sol de la mañana filtraba sus primeros rayos a través de las ventanas de la cabaña, calentando suavemente la madera y el polvo que danzaba en el aire. Elaria estaba organizando sus notas cuando un golpe apurado resonó en la puerta. Al abrir, encontró a un aldeano con el rostro pálido y marcado por la angustia. Su cabello, antes oscuro, mostraba mechones ahora blancos como la nieve, y sus ojos reflejaban un miedo profundo.
