Apothecaria. Partida 1. Primavera. Semana 8.

Vamos a continuar la partida 1 del juego Apothecaria. Ya estamos en la semana 8. Parece que Elaria se está convirtiendo en una experta en monstruos, porque es la mayoría de pacientes que tenemos.

Antes de nada, si acabas de aterrizar y quieres hacerte una idea de qué va este juego, haz clic aquí para ir a la página donde más o menos explico de qué va.

Si te quieres hacer con este juego, puedes ir a este enlace, que es su página oficial, y podrás comprar el juego y todo lo que ofrece.

A ver qué o quién llama hoy a nuestra puerta.

Estado de la partida.

Apothecaria. Partida 1. Elaria

Nombre: Elaria.
Reputación: 12
Dinero: 84
Fecha: octava semana de la primavera.

Objetos:

  • Un caldero para hervir ingredientes
  • Un alambique para destilar ingredientes
  • Un mortero para triturar ingredientes
  • Colmena que añade dulzura (disponibles 4/4)

Planteamiento de la semana

🧍 Carta de visitante: 8 de tréboles
🦠 Carta de enfermedad: 8 de corazones
🐛 Enfermedad: Urticaria Flotante. Una enfermedad peligrosa para quienes no tienen techos sólidos. Han aparecido pequeñas urticarias por todas partes, lo que les hace flotar. Cuantas más urticarias, mayor es la fuerza de sustentación.
⚗️ Detalles de la cura: [PIEL⭐] [DOLOR⭐]
⚠️ Consecuencias: Se elevan por el cielo y el Aeronauta tiene que ir a buscarlas. Pierde 1 punto de Reputación.
⌛ Tiempo límite: 6
🌿 Ingredientes para la cura: Hiker’s Helper ⭐, dificutad 3, y Wild Rose ⭐⭐, difultad 4, ambos en el pueblo.

Desarrollo

Era media tarde, y Elaria estaba recogiendo ramas secas en el jardín cuando escuchó un tintineo irregular de metal contra piedra, seguido de un crujido leve. Thiriel, que dormitaba cerca del seto, alzó la cabeza y olfateó el aire con expresión escéptica.

—¿Eso ha sido un cascabel… o alguien arrastrando un cubo con patas? —murmuró el dragón.

La respuesta llegó al cabo de unos segundos, cuando una figura extraña apareció tambaleándose por el sendero de la cabaña. Era un ser de aspecto vagamente reptiloide, con la piel jaspeada y cubierta de pequeños bultos rojizos que vibraban con cada paso. Iba atado, literalmente, a una losa de granito con una cuerda trenzada y gruesa como una liana. A cada paso que daba, sus pies tocaban el suelo solo brevemente, como si el viento pudiera arrancarlo del camino en cualquier momento.

—¿Es aquí la curandera? —preguntó con voz temblorosa, deteniéndose a un metro del porche.

Elaria se acercó, observandolo con precaución. Notó que los bultos de su piel no eran verrugas comunes, sino urticarias activas que zumbaban suavemente, como si cada una albergara un enjambre invisible.

Apothecaria. Partida 1. Semana 8. El paciente

—Sí, soy yo —respondió—. ¿Qué es exactamente lo que le ocurre?

—Me… me levanta. —Señaló sus brazos y espalda—. Las colmenas… salieron anoche. Me desperté en el techo. Tuve que atarme a esto para no flotar hasta las nubes.

Thiriel frunció el hocico.

—Parece más un globo que un paciente.

Elaria lo ignoró y se acercó con gesto profesional. Lo hizo sentarse en el banco de piedra, aunque tuvo que sujetarlo por los tobillos un momento para que no rebotara ligeramente.

—Esto es Urticaria Flotante —confirmó en voz baja, tras examinar la piel—. Necesitaré un poco de tiempo para preparar algo que lo ancle de nuevo a la tierra, literalmente.

—¿Cuánto tiempo tengo antes de despegar del todo? —preguntó, sin sarcasmo.

—Con suerte, menos de seis días. Y si puede evitar dormir boca arriba, mejor.

La criatura asintió, y Elaria lo condujo cuidadosamente a la caseta de invitados. Ató un saco de arena a la cintura, y le ofreció una infusión para calmar la picazón.

Antes de salir, se giró hacia él con media sonrisa:

—No se preocupe. Mientras yo esté en tierra, usted también lo estará.

Thiriel, en la puerta, añadió con voz ronca:

—Y si no, lo iremos a pescar como a un globo sin dueño.

Hacia el pueblo, High Rannoc

Mientras Elaria cruzaba el camino polvoriento del pueblo en busca de su ingrediente, un granjero con el rostro enrojecido y el sombrero apretado contra el pecho se le acercó apresurado.

—Señorita Elaria —dijo, casi sin aliento—, mis cerdos… se han esparcido por media comarca. ¿Podría usted estar atenta mientras recolecta, y si se topa con alguno traérmelo de vuelta?

Elaria asintió con una sonrisa. Era una oportunidad de oro para que su reputación en el pueblo fuese en aumento.

—Si recupera a todos antes del final de la estación, le haré un huerto en condiciones, señora. Uno que dé hasta en invierno.

Apothecaria. Partida 1. Semana 8. Recogiendo rosas

Caminaron entre los setos en flor al borde de la empalizada del pueblo, donde el sol del mediodía calentaba la tierra con pereza. Junto a una verja antigua, parcialmente engullida por la maleza, vio los tallos erguidos de una rosa salvaje cargada de escaramujos maduros. La planta no solo sobrevivía a la intemperie: prosperaba. Elaria extrajo un saquito de lino, y cuidadosamente cortó los frutos sin dañar los tallos, recogiendo las semillas del interior con su cuchara de peral.

Thiriel, que esperaba a la sombra, bostezó.

—¿Y si alguna vez pruebas con algo que no pinche?

—¿Y perderme esta conversación contigo sobre botánica agresiva? jamás —dijo ella, cerrando el saquito con una lazada segura.

Mientras Elaria se abría paso entre los márgenes del pueblo buscando parches de maleza con Hiker’s Helper, escuchó un crujido inconfundible entre dos barriles. Al asomarse, descubrió un cerdito royendo con entusiasmo las raíces de una mata espinosa.

—Eso no es heno, criatura testaruda —dijo Elaria, sujetándolo con ambos brazos mientras Thiriel llegaba para ayudar.

De regreso al corral del granjero, éste alzó ambas manos con incredulidad.

—¡Qué rapidez! ¡Uno menos!.

El granjero le agradeció con un panecillo de hierbas.

Apothecaria. Partida 1. Semana 8. El cerdito

A las afueras del pueblo, donde la tierra aún guardaba el calor de la tarde, Elaria encontró un parche de Hiker’s Helper creciendo entre piedras sueltas y raíces expuestas. Las hojas anchas y aterciopeladas brotaban en todas direcciones, como si intentaran extenderse sobre cada centímetro libre del terreno.

Thiriel olisqueó una de ellas y estornudó.

—¿Tienen que oler como pies de enano?

—Es una defensa evolutiva… o una venganza botánica, no estoy segura —respondió Elaria mientras cortaba cuidadosamente algunas hojas para guardarlas en un envoltorio de lino.

La vuelta a casa y la preparación

El último tramo del sendero hacia la cabaña crujía bajo las suelas húmedas de Elaria. Las ramas formaban un túnel tenue, y los zarcillos del Hiker’s Helper asomaban por las grietas de su bolsa de recolección. Thiriel caminaba a su lado, cabizbajo, como si el día le pesase en las escamas.

—No está mal para una tarde de paseo, ¿verdad? —dijo el dragón, espolvoreado de polen.

Elaria sonrió, aunque el cansancio le calaba hasta los huesos.

El paciente dormía aún en la caseta exterior, lo que le daba tiempo justo para preparar el remedio antes de que su problema de flotabilidad se hiciese permanente.

Se despojó del abrigo y se ató el delantal. Abrió las ventanas para que el humo saliera con libertad y puso a calentar el agua del caldero. Luego dispuso los ingredientes sobre la mesa. Comenzó por las semillas del Wild Rose. Lo trituró con el mortero de obsidiana hasta reducirlo a un polvo fino y picante. El aroma era áspero, a madera seca y sol de agosto. Mientras tanto, colocó las hojas del Hiker’s Helper en el colador y las sumergió en el agua hirviendo del caldero, donde se inflaron como pulmones y soltaron una nube de vapor aceitoso.

La mezcla adquirió un tono rojo pálido, como vino aguado. En ese momento, Elaria esparció lentamente el polvo del escaramujo sobre la superficie y removió con su cucharón de raíz de tilo. Al contacto, el líquido burbujeó con fuerza y liberó un silbido agudo. También le añadió un poco de miel de sus abejas para darle un toque extra de dulzura.

Thiriel se incorporó desde su rincón y la observó con atención.

—¿Cuánto tarda en hacer efecto?

—Depende. Si ha dormido más de tres horas seguidas, unos veinte minutos. Si no… puede seguir flotando por unos días…

El dragón hizo un sonido gutural que sonó vagamente como una risa.

Apothecaria. Partida 1. Semana 8. La poción

Elaria retiró el caldero del fuego, esperó a que bajara la espuma, y vertió la mezcla con suma precisión en un frasco oscuro, de cristal rugoso, que cerró con un tapón de madera encerada. Sobre el cuello de la botella, envolvió una cinta de lino con un símbolo bordado: una espiral que descendía en línea recta, representando peso y anclaje.

La entrega

La puerta de la caseta de invitados crujió suavemente cuando Elaria la empujó con el codo. En una mano sostenía una bandeja, con el frasco de poción aún humeante cubierto por un paño. Thiriel, apostado al otro lado del marco, observaba en silencio.

La criatura, delgada, con manchas sonrosadas en la piel y un leve temblor en los hombros, seguía medio sentada en el colchón de lino. Su cuerpo parecía estar en constante esfuerzo por mantenerse pegado al suelo. Una de las cuerdas que lo ataban disimuladamente al poste de la cama estaba medio tensa, como si la gravedad fuera ya una fuerza sin sentido para él.

—Buenas —dijo Elaria, sin levantar demasiado la voz—. Ha dormido más tranquilo, eso es bueno. ¿Siente cosquilleo en los dedos?

La criatura asintió lentamente.

—Y los oídos me zumban como un enjambre… pero sin abejas.

—Perfecto. Entonces es el momento ideal.

Se sentó en el taburete junto a él, retiró el paño con cuidado, y colocó el frasco entre ambos. El líquido en el interior era opaco, de un tono rojizo con reflejos cobrizos. El olor era fuerte pero terroso, con un matiz dulce al fondo, casi floral.

—No es una infusión cualquiera, es una medicina.—advirtió—. Tome solo un trago, y mantenga la respiración unos segundos antes de exhalar.

La criatura obedeció, aunque sus dedos flaqueaban. Al llevarse el frasco a los labios, sus ojos se entrecerraron por reflejo. El primer sorbo fue lento, y su rostro se arrugó como una hoja mojada. Luego tragó.

Y por unos segundos… nada.

Hasta que los músculos de su cuello se soltaron con un leve suspiro y su espalda, que había estado tensa como cuerda de laúd, se apoyó por completo contra la pared. Elaria observó cómo sus piernas se relajaban y cómo su respiración, aunque aún profunda, ya no se alteraba con cada latido.

—Tiene un sabor raro… como… corteza y tinta de calamar, aunque dulce y sabrosa —murmuró la criatura, aún con los ojos cerrados.

—Sí —respondió Elaria, recogiendo el frasco—. Y cura la urticaria flotante.

Desde la puerta, Thiriel añadió con suavidad:

—¿Ves? No todos los problemas se resuelven con piedras atadas a los tobillos.

La criatura esbozó una sonrisa lenta. Elaria le cubrió con una manta y le dejó un vaso de agua con hierbas cerca.

—Descanse. Si siente que flota… no lo está haciendo. Pero avíseme igual, por si acaso. Y mañana por la mañana, si ya ve que camina correctamente, puede regresar a su casa.

El diario

Elaria estaba agotada, tanto por la presión del poco tiempo que había tenido para recoger los ingredientes como por la lucha con el cerdito.

Aún así, se sentó frente a su diario para escribir la nueva receta.

Y una vez que terminó, se acostó y se quedó dormida en seguida.

Descanso

A la mañana siguiente, cuando ambos despertaron, descubrieron que el paciente había abandonado la cabaña de invitados, dejando una simple nota encima de la mesa que decía «Gracias» y una bolsita con el dinero acordado junto a ella.

Como habían descansado bastante y el día había amanecido con sol y no demasiado calor, decidieron ir al bosque a buscar algunos ingredientes, como las Songberries, y, de camino, ver si encontraban algún cerdito más. Los pobres tenían que estar muy perdidos y desorientados.

El bosque tenía un olor dulzón, propio de la primavera bien entrada. Elaria caminaba entre raíces y helechos con el zurrón abierto y Thiriel pisando con cuidado detrás de ella, aún adormilado. El aire estaba húmedo y cálido, cargado del zumbido de los insectos. Las bayas cantoras no eran fáciles de hallar, pero conocía su sonido: un leve susurro como de viento agudo, casi una nota sostenida entre los arbustos.

Fue siguiendo ese tono tenue que las encontró: un arbusto cargado de frutos morados y brillantes, que vibraban apenas al tacto.

Mientras se inclinaba a recoger algunas, Thiriel alzó el hocico.

—¿Oyes eso? —murmuró el dragón.

Elaria aguzó el oído. No era un sonido propio del bosque. Más bien… ¿un gruñido pequeño?

Tras un tronco caído, un cerdito embarrado y tembloroso intentaba masticar una rama de hiedra.

—Otro más… —suspiró Elaria, acariciándole la cabeza y atándole una cuerda al cuello para llevarlo de vuelta.

—Solo faltan cuatro —dijo Thiriel, moviendo la cola con resignación.

Con las Songberries en la bolsa y el cerdito siguiéndolos con obediencia sospechosa, emprendieron el camino de regreso.

Cuando Elaria y Thiriel regresaron al claro donde se encontraba el granjero, el sol ya había comenzado a inclinarse, proyectando sombras largas sobre la hierba alta. El cerdito tropezaba tras ellos, con las patas embarradas y la cuerda colgando como si no entendiera del todo por qué estaba siendo devuelto a la civilización.

El granjero estaba sentado sobre un tocón, con el sombrero entre las manos y expresión cansada. Al verlos llegar, se levantó de golpe.

—¡Por todos los champiñones de monte! —exclamó—. ¡El Pulgón! ¡Ese es mi Pulgón!

Corrió hacia ellos, alborotado y sin aliento. El cerdito, al reconocerlo, chilló con emoción contenida y se lanzó en un trote breve hacia él, derrapando ligeramente al llegar.

—¡Eso le pasa por escaparse cada vez que escucha un cuervo cantar! —gruñó el granjero con voz entre emocionada y regañona, abrazando al cerdito con una mezcla de alivio y alegría desmedida.

Thiriel se sentó junto a Elaria, con el hocico ligeramente inclinado.

—Uno menos —dijo.

—Quedan cuatro —respondió ella, sacudiéndose el barro de la capa.

El granjero se acercó y le tendió una pequeña bolsita de lino.

—No es mucho, pero es lo que tengo por ahora. Si consigue traerlos todos antes del cambio de estación… el huerto es suyo. Tengo herramientas, semilleros y tierra fértil sin usar. Se lo prometo.

Elaria la aceptó con un leve asentimiento. Sabía que más allá del favor, aquello era una muestra de confianza. En un lugar como ese, devolver un cerdo era casi como devolver un hijo.

—Haré lo que pueda —dijo.

Y con eso, siguieron su camino.

El camino de regreso serpenteaba entre campos empapados y arbustos aún perlados por el rocío tardío. El sol había comenzado a esconderse detrás de las colinas, y el cielo adquiría un tono azul de tinta vieja, con pinceladas naranjas por los bordes. Elaria caminaba en silencio, su zurrón vacío de ingredientes pero el corazón satisfecho.

A su lado, Thiriel caminaba con lentitud, sus escamas reflejando los últimos resplandores del día. El dragón bostezaba como un gato gigantesco.

—Podrías decir que esta semana fue ligera —comentó él.

—Literalmente —respondió ella, secándose el sudor de la frente con una manga.

El sendero de los sauces los recibió con su usual crujido de ramas. La cabaña estaba intacta, iluminada por la suave luz del hogar que aún crepitaba en el interior. Todo seguía en su sitio: las macetas del alféizar, las botas secándose junto a la entrada, la cuerda para colgar los ramos de hierbas ya ocupada por varios racimos nuevos.

Elaria dejó el zurrón en el banco de la cocina sin vaciarlo. No era necesario esta vez.

Se lavó las manos con agua tibia, colgó la capa empapada, y encendió una vela en el escritorio. Anotaría todo al día siguiente. Esa noche, simplemente se permitió existir en la quietud.

Thiriel ya roncaba suavemente enrollado sobre el cojín del rincón. Elaria le acarició el lomo al pasar y subió al altillo de la habitación.

Afuera, los grillos empezaban su canto.

Dentro, por fin, todo estaba en calma.

Esto de los cerdos es muy divertido! Hay uno en cada localización disponible, y ya tenemos 2 de las seis disponibles. Intentaré coger ingredientes de las otras localizaciones restantes en la semanas venideras para así encontrar los cerdos y conseguir un huerto gratis…

Hasta luego, gente!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *