Apothecaria. Partida 1. Primavera. Semana 11.

Vamos a continuar la partida 1 del juego Apothecaria. Ya estamos en la semana 11 y la primavera está llegando a su fin. Eso sí, con el desván de cuervos tendremos el doble de trabajo a partir de ahora.

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¿Qué traerá el viento a nuestra cabaña?

Estado de la partida.

Apothecaria. Partida 1. Elaria

Nombre: Elaria.
Reputación: 15
Dinero: 32
Fecha: undécima semana de la primavera.

Objetos:

  • Un caldero para hervir ingredientes
  • Un alambique para destilar ingredientes
  • Un mortero para triturar ingredientes
  • Colmena que añade dulzura (disponibles 3/4)
  • Un desván de cuervos, que añade un paciente a la semana.
  • 1 Songberries ⭐ (trituradas para [HUMOR]). Añaden un punto de dulzura.
  • Deep Reed ⭐ (triturado para [OÍDO] [SANGRE] y [ESTÓMAGO]).
  • 1 Silverleaf ⭐ (triturado para [INFECCIÓN] and [ERUPCIÓN]).

Planteamiento de la semana

🧍 Carta de visitante local: 5 de corazones (aldeano)
🦠 Carta de enfermedad local: 9 de picas
🐦‍⬛ Carta de enfermedad remota: As de corazones

🐛 Enfermedad local: Tos de Ventrílocuo. Una rara dolencia que hace que el pobre afectado tosa la tos de otra persona. Hacen los movimientos, terminando con dolor de garganta y boca seca. Pero lo peor es el sonido que emite.
⚗️ Detalles de la cura: [MAGIA⭐] [TOS⭐⭐]
⚠️ Consecuencias: El titiritero se recupera del resfriado y el afectado regresa a casa a descansar. Pierde 2 puntos de reputación.
⌛ Tiempo límite: 4
🌿 Ingredientes para la cura: Darkwater⭐⭐, Cueva del Héroe dificutad 7 para TOS, Glittersnow⭐⭐, Montaña de la Luna Quebrada dificutad 4 para MAGIA.

🦗 Enfermedad remota: Picazón del aventurero. Una dolencia común en jornaleros y aprendices. Tras entrar en contacto con un portador, los afectados experimentan picazón en los pies y un brillo (ojalá benigno) en los ojos.
⚗️ Detalles de la cura: [ERUPCIÓN⭐] [SENTIDOS⭐]
⚠️ Consecuencias: Se han embarcado en una aventura épica. ¿Cuál era su objetivo? ¿Crees que lo lograrán? Pierde 1 punto de reputación.
⌛ Tiempo límite: 4
🌿 Ingredientes para la cura: Driftwood Memories⭐⭐, con dificultad 1 en el Lago del Deshielo para SENTIDOS, y Silverleaf, que ya la tenemos, para ERUPCIÓN.

Desarrollo

La mañana había comenzado con una niebla ligera y un silencio inquietante. Elaria estaba en la cocina, destilando una pequeña cantidad de Deep Reed para futuras mezclas, cuando se escuchó un golpe seco en la puerta. Thiriel, desde su rincón, ni se movió. Era un hombre del pueblo, joven, nervioso, con ojeras marcadas y un pañuelo apretado contra la garganta.

—No tengo fiebre —dijo sin que se lo preguntaran—. Pero… toso, y no siempre soy yo.

Elaria ladeó la cabeza.

—¿No eres tú?

—No. Pero no puedo dejar de toser… aunque no soy yo. Es como si… algo me tomara prestado la tos. Y el sonido… no sale de mí. Sale de la ventana. O de detrás de mí.

Elaria entrecerró los ojos. El hombre tosió entonces: un sonido seco, profundo, pero completamente desplazado. Parecía surgir a dos pasos de distancia.

—La tos del ventrílocuo —murmuró—. Hace meses que no veía un caso… Vas a necesitar algo fuerte.

Apothecaria. Partida 1. Semana 11. El paciente.

Lo hizo pasar, le ofreció té de tomillo, y lo instaló en la caseta de invitados con una manta, agua tibia y un cuaderno de observaciones. No habían pasado ni diez minutos cuando un graznido familiar rompió el silencio. Dos cuervos descendieron sobre la baranda del porche y uno de ellos sostenía en las patas un pequeño cilindro de cuero con cierre de cordón. Elaria lo tomó con cuidado, y lo abrió. Dentro había una nota con trazos firmes y angulosos:

“La joven que partió hacia la Sierra Azul no deja de rascarse los pies. Y dice que puede oler los pensamientos de los árboles. ¿Tiene algo para eso?”

—Picazón del aventurero —dijo Elaria sin sorpresa.

—¿Otra vez? —bufó Thiriel.

Elaria regresó al interior, desplegó sus notas, y comenzó ver qué ingredientes necesitaba para preparar las dos fórmulas: Darkwater, Glittersnow, Driftwood Memories y Silverleaf. Elaria cerró el cuaderno y se lo pasó a Thiriel.

—Uno habla con tos ajena. La otra habla con árboles.

El dragón la miró con resignación.

—¿Por dónde empezamos?

Hacia el Lago del Deshielo

El viento era más frío junto al lago, y el aire tenía ese olor mineral que se acumulaba en la costa tras el deshielo. Elaria avanzaba por la orilla con las botas hundiéndose en la arena húmeda, mientras Thiriel sobrevolaba los juncos buscando signos del reagente.

—Driftwood Memories —dijo Elaria en voz baja—. Lo que queda de un árbol que vivió y pensó mucho tiempo.

—Parece apropiado para alguien que no puede dejar de rascarse los pies mientras habla con robles —respondió Thiriel, con tono seco.

El sonido del agua era constante, como si todo el lago respirara. Y entonces, a unos metros, justo donde las olas rompían con suavidad sobre un tramo de guijarros, algo chocó con un cloc hueco. Elaria se acercó. Era una botella de cristal verde, larga y ligeramente torcida, con un tapón de corcho envuelto en cera. Estaba desgastada y vieja, pero dentro, el papel se veía nuevo: blanco, enrollado con un cordel fino.

Thiriel descendió y ladeó la cabeza.

—¿Una botella?

Elaria rompió el sello de cera con la punta de su cuchillo, sacó el papel con cuidado y lo desenrolló. La escritura era clara, meticulosa, y no llevaba firma. Decía:

«¿También lo escuchas cuando el agua duerme? El silencio es más ruidoso por la noche. Si lo notas, responde. Si no, olvídalo. Algunos nacen sordos a esto.»

Y abajo, en letras más pequeñas:

“Para responder, solo lánzala de vuelta.”

Apothecaria. Partida 1. Semana 11. Mensasje en una botella

Elaria se quedó un momento mirando la superficie del lago, rebuscó en su zurrón, sacó un trozo de su propio papel, escribió unas líneas rápidas, lo enrolló con el mismo cordel y lo metió en la botella. Volvió a sellarla con una gota de cera de su propia bolsa. Se acercó al agua, la sostuvo un instante, y la lanzó con cuidado. La botella flotó, giró suavemente… y se perdió entre las ondas.

—¿Qué le dijiste? —preguntó Thiriel, aún mirando el punto donde había desaparecido.

—»Sí. Yo también lo oigo. Y aún no me he vuelto loca. Espero.» —respondió Elaria.

Siguieron caminando bordeando el lago, atenta al terreno. Sabía que lo que buscaba no era mágico en apariencia. Era, ante todo, madera vieja, y estaba allí donde el agua la había dejado.

—Si hay corriente, habrá restos cerca de las rocas grandes o atrapados en ramas bajas —murmuró, más para sí que para Thiriel.

No tardó en encontrar un grupo de troncos acumulados entre dos piedras. Eran restos de ramas gruesas, desprovistas de corteza, lisas por el agua, algunos con grietas profundas, otros con vetas en espiral. Buscó los que no crujían al presionarlos, buscandolos que aún tenía peso, sin estar completamente podrida.

Encontró dos piezas adecuadas: una raíz retorcida del tamaño de su antebrazo, y una sección de rama que aún conservaba parte del nudo original. Ambas estaban parcialmente hundidas, por lo que las dejó escurrir sobre una tela de lino estirada sobre una roca plana. Luego cortó una tira del corazón de la madera más compacta con su cuchillo de hoja curva, y la guardó en una caja de madera encerada que llevaba para ingredientes sensibles a la humedad.

—No me gusta trabajar con materiales húmedos.

Thiriel observaba desde una roca seca.

—¿Ya?

—Sí. Esto bastará para una dosis.

Guardó la muestra con cuidado, cerró el zurrón, y se levantó con un suspiro.

—Uno menos.

Hacia la Caverna del Héroe

La búsqueda de Darkwater les estaba llevando mucho tiempo. El aire era pesado y seco, y la lámpara de Elaria empezaba a temblar con cada paso. En una bifurcación donde la piedra se volvía más lisa y las marcas del techo parecían pulidas por manos antiguas, alguien venía en sentido contrario. Thiriel fue el primero en verlo.

—¿Quién puede querer estar aquí a estas horas si no es por obligación?

Era una figura alta, envuelta en telas oscuras, avanzando con paso elegante pero firme, con una especie de corona de hierro simple en la cabeza y un bastón curvo en la mano izquierda. Se detuvo a dos pasos de Elaria y la miró con una mezcla de curiosidad y educación.

Apothecaria. Partida 1. Semana 11. Orek

—Disculpad si os he asustado. No esperaba compañía —dijo, con voz grave y clara—. ¿Sois de aquí?

—Vivimos cerca —respondió Elaria—. Estamos buscando Darkwater.

El hombre asintió con gesto educado.

—Entonces tenemos intereses compatibles. Me llamo Orek, señor de los corredores bajos y custodio de lo que no debería verse.

Elaria arqueó una ceja.

—¿Y qué custodia exactamente?

—El Paso —respondió Orek con sencillez—. El cruce entre lo que sigue igual y lo que cambia sin aviso.— Se hizo un momento de silencio.—Tengo una estupenda cena que me espera un poco más allá. Hay raciones calientes y algunas viandas. ¿Os apetece cenar conmigo?

Elaria lo observó unos segundos y, esbozando una cálida sonrisa dijo.

—Tanto Thiriel como yo estaremos encantados de acompañarlo.

Orek sonrió con sincera alegría. La cena no fue gran cosa: sopa de legumbres, pan duro, y una jarra con una bebida extrañamente dulce. Mientras comían, Orek señalaba con la punta del bastón una grieta abierta en el suelo, de la que emanaba un vapor leve.

—Una vez al mes, esto se abre más. Lleva a un sitio que cambia de forma. Lo llamamos “Lo Extraño”. Es un mundo profundo y desconocido en el que a veces la gente se pierde, así es que hay que tener cuidado si se quiere entrar en él. Elaria miró la grieta, debatiéndose entre la curiosidad y el miedo.

—¿Y por qué me cuentas esto?

—Porque no es común encontrar a alguien que no tenga miedo de sentarse a cenar bajo tierra con un desconocido, así es que supongo que tarde o temprano querrás entrar en «Lo Extraño».

Al terminar, Orek la guió hasta una galería lateral.

—Tu Darkwater está ahí, a unos diez metros, bajo el goteo. Y no bebas más de un sorbo sin hervirlo.

Elaria asintió. Antes de irse, miró hacia atrás.

—¿Nos volveremos a cruzar?

—No si no me buscas —respondió Orek—. Pero a veces los caminos se encuentran solos.

La galería indicada por Orek descendía ligeramente y terminaba en una cámara amplia con el techo muy bajo. El sonido del agua goteando era constante, y una pequeña acumulación de líquido negro-azulado se extendía sobre la roca cóncava, alimentada por una fisura del techo. Elaria se arrodilló cerca del borde, mientras intentaba no pensar el el toque dulzón y denso del aire que la rodeaba. Sacó un frasco de vidrio oscuro, especialmente preparado para líquidos sensibles, y lo colocó con cuidado bajo la filtración. El Darkwater no debía recogerse con ningún tipo de recipiente abierto, y por supuesto, no había que agitarlo demaisado.

—Color oscuro y viscosidad media. -Está en buenas condiciones —murmuró mientras observaba el flujo.

El frasco tardó unos minutos en llenarse. Elaria no se apresuró. Cuando tuvo suficiente para una dosis doble, lo selló con un tapón encerado y lo guardó en una caja acolchada.

—Esto debe usarse pronto. Si se guarda más de tres días pierde el efecto y se vuelve somnífero.

Thiriel observaba desde una roca cercana, vigilando los pasillos oscuros.

—¿Y ahora?

—Ahora nos vamos. Después de comer con un señor de túnica negra y recogido un jarabe demoníaco, no pienso quedarme a que la cosa se ponga más interesante.

Salieron de la cueva sin desvíos.

Hacia la Montaña de la Luna Quebrada

El aire en la montaña era más seco que en el valle, pero no menos inquieto. Elaria se movía con cuidado por la ladera suroeste, donde el hielo se había derretido lo justo para dejar ver parches de musgo endurecido y vetas de nieve vieja.

—Si el Glittersnow sobrevive aquí, será entre grietas sombreadas —dijo, evaluando una cornisa inestable.

Thiriel planeaba bajo, con las orejas tiesas y algo despistado, mirando en derredor.

—¿Oyes eso?

—No oigo nada.

—¡Exacto! —respondió él.— Ni pájaros, ni insectos… ¡nada!

Fue en ese momento que la sombra cayó sobre ellos con un estruendo de batir el aire violento y seco, y el silbido de alas grandes. Un grifo salvaje descendía a toda velocidad. Su silueta era compacta, de lomo felino y alas recortadas por el desgaste de altura.

—¡Abajo! —gritó Thiriel, lanzándose hacia el pecho de Elaria para empujarla al suelo.

Rodaron entre las rocas mientras el grifo pasaba rasando, las garras rozando la tela de su capa y arrancando fragmentos de nieve dura del suelo. Elaria estaba paralizada, pero Thiriel tiró de ella hasta que consiguió que se levantase, con el bastón en la mano y retrocediendo con los ojos fijos en el cielo.

Pero el grifo no volvió a atacar. Dio una vuelta amplia sobre el valle y se alejó, planeando con movimientos amplios hacia el norte.

—Territorio de caza —dijo Thiriel—. Nos metimos donde no debíamos.

—Y nos ha dejado vivir. Eso ya es bastante.

Elaria se miró los brazos. Nada roto. Un raspón en la muñeca por la caída, y un buen susto.

—Hemos perdido tiempo. Y parte de la nieve quedó expuesta —murmuró.

Apothecaria. Partida 1. Semana 11. El grifo

Se acercó a la zona donde había empezado a recoger muestras. Dos de los parches de Glittersnow más prometedores estaban ahora dispersos o contaminados por tierra y fragmentos de roca suelta.

Pierde 2 puntos de forrajeo.

La nieve de esa altitud no era del tipo blando y limpio que se encuentra en invierno. Lo que Elaria buscaba era Glittersnow, un tipo de nieve vieja y compacta que había absorbido minerales cristalinos y residuos atmosféricos tras semanas de exposición a líneas de agua, escarcha y sol irregular.

Tras el ataque del grifo, solo quedaban unos pocos parches útiles.

Elaria se arrodilló junto a una grieta protegida por una roca sobresaliente. Allí, el hielo tenía vetas irregulares, con pequeños reflejos internos como si contuviera partículas metálicas. No era mágico al tacto, pero sí inusualmente frío, incluso para su altitud.

Sacó una espátula de metal delgada y comenzó a raspar capas superficiales, depositando los cristales recolectados en una bolsa de lino encerado. No podía permitirse que se humedecieran o derritieran. El Glittersnow solo era útil si se conservaba su estructura.

—No más de tres puñados —dijo en voz baja, mientras transfería el contenido al frasco de transporte.

Thiriel se mantenía en guardia, posado sobre una roca.

—¿Cuánto tiempo tenemos antes de que ese grifo vuelva?

—Con suerte, el tiempo suficiente para no estar aquí cuando lo decida.

Selló el frasco con cera y lo guardó envuelto en tela seca, lejos del calor de su cuerpo. Luego recogió sus cosas, se calzó con firmeza y revisó el terreno una última vez.

—Una dosis segura. Con eso bastará.

La vuelta a casa y la preparación

El regreso fue más lento de lo habitual. Elaria llevaba el zurrón cargado con los ingredientes bien asegurados: el Driftwood Memories aún húmedo, el Darkwater en su frasco sellado, y el Glittersnow bien aislado del calor corporal. Cada uno requería un tratamiento diferente.

Al llegar a la cabaña, encendió el fuego bajo y abrió las ventanas para nivelar la temperatura del interior. No era momento para errores.

Thiriel se instaló en su rincón sin decir palabra.

Elaria dispuso la mesa en dos secciones: una para el paciente local, y otra para el encargo del cuervo.

⚗️ Primera preparación: Tos del Ventrílocuo

Vertió parte del Darkwater directamente en el oscuro frasco. Era denso, dulce y con un fondo levemente metálico. Lo dejó reposar unos minutos para estabilizar el componente mágico. Luego raspó cuidadosamente el Glittersnow recolectado de la ladera norte. Lo dejó caer sobre el líquido, poco a poco, copo a copo. La reacción fue inmediata: un leve burbujeo, sin espuma ni coloración. Sello perfecto de una integración limpia.

La poción tomó un color gris azulado con vetas pálidas, y dejó un rastro dulce en el aire. La vertió en un frasco oscuro y lo selló con un cordón trenzado.

—Esta se la doy en cuanto despierte de su siesta forzada —dijo, mientras etiquetaba el frasco con símbolo doble de garganta y lazo anudado: vocal y vínculo.

Apothecaria. Partida 1. Semana 11. Poción 1
Apothecaria. Partida 1. Semana 11. Poción 2

⚗️ Segunda preparación: Picazón del Aventurero

Elaria tomó el Silverleaf del inventario y lo trituró con mortero de piedra hasta dejarlo como una pasta fina, manipulándolo con pinzas para evitar cortes. Luego extrajo el núcleo del Driftwood Memories. Al mezclarlo con la pasta de Silverleaf, el resultado fue un ungüento levemente azulado, con olor a madera antigua y resina. Lo almacenó en un frasco de boca ancha para ser aplicada como pomada en la zona de los pies.

—Esto irá por cuervo antes del mediodía —dijo, mientras escribía una nota simple:
«Untar generosamente en los pies al despertar y antes de dormir. No lamas piedras ni sigas cantos de pájaros que hablen. Se pasan los efectos.»

Ambas pociones listas. Ambas etiquetadas. Una para entregar, otra para enviar.

Elaria se apoyó brevemente contra la pared.

—Semana once: un cerdito, una carrera con grifo, y dos pociones listas. No ha estado nada mal.

Thiriel rió por lo bajo.

—Siempre podría haber sido peor…

La entrega

El aldeano seguía en la caseta, ahora un poco menos nervioso. Había dormido un poco y no hablaba mucho, pero al menos ya no miraba a las paredes cada vez que tosía. Elaria entró con el frasco oscuro en la mano.

—Te voy a dar esto. —dijo mientras se sentaba junto al catre.

El aldeano asintió, exhausto. Elaria le sujetó la cabeza, vertió el contenido del frasco con cuidado en su boca, y esperó. Durante unos segundos no pasó nada. Tosió una vez, y el sonido salió realmente de su garganta, por primera vez desde que llegó.

—Funciona —susurró él, con la voz aún ronca.

—Sí, pero no hables demasiado. Descansa esta noche y por la mañana ya te podrás marchar.

Salió de la caseta sin más palabras y cerró la puerta.

—No está curado del todo, pero al menos la tos ya le sale de su garganta. —dijo para sí misma.

En el porche, dos cuervos esperaban. Uno ya llevaba el cilindro de cuero de envío sujeto al pecho con su arnés sencillo. Elaria colocó el frasco dentro, junto a la nota de uso.

—Esta vez va a la Sierra Azul. ¡Buen vuelo!

El cuervo graznó una sola vez. El segundo saltó y tomó altura, como guía. Ambos alzaron vuelo en espiral sobre la cabaña antes de perderse hacia el norte. Thiriel bajó del tejado, sacudiéndose las alas.

—¿Les pagas con algo?

—Les dejo cáscaras de nuez y retales de tela limpia. Y piedras brillantes. Para ellos es suficiente.

El dragón la miró con expresión neutral.

Apothecaria. Partida 1. Semana 11. Cuervos de vuelta

—Voy a necesitar una piedra que brille o me voy a poner celoso…

Elaria sonrió y se prometió a sí misma buscar una bonita piedra brillante para Thiriel.

El diario

Metódicamente, se sentó frente a su diario de pociones y redactó las dos que había elaborado.

¡Primer día con doble paciente superado!

Descanso

Elaria no tenía pacientes esa semana, pero no por ello se permitía el lujo de quedarse quieta. Aquella mañana, después de revisar sus reservas, detectó una carencia habitual.

—No tengo nada para quemaduras ni piel irritada —dijo en voz alta, mientras Thiriel roncaba desde el rincón de la ventana—. Ni una hoja. Ni una pizca.

Preparó su zurrón con herramientas ligeras y un contenedor de lino encerado. Su objetivo era claro: Moon Lotus, una flor de alta montaña que solo abría sus pétalos por la noche y cuyo polen servía para calmar quemaduras y roces.

Subió a la Montaña de la Luna Quebrada por el sendero este, el que tenía sombra más tiempo y suelo firme entre lajas de piedra. Caminó sin prisa, deteniéndose a observar cada claro fresco donde el musgo se mantenía verde incluso en primavera.

—Aquí podría crecer —dijo al llegar a un espolón rocoso con filtración de agua y sombra parcial.

Buscó durante casi una hora, pero no encontró nada, solo nieve vieja, musgo común, y una que otra flor silvestre sin propiedades útiles. Ni rastro del Moon Lotus. Estaba a punto de dar la vuelta cuando escuchó un sonido familiar: un chillido corto, ronco, seguido de un roce entre matorrales bajos.

Se giró y allí estaba: un cerdito embarrado, con las orejas caídas y el lomo cubierto de polvo y ramitas. Tenía una marca de tinta en la pata trasera. Este era el cuarto.

—Tú no has nacido para la montaña, ¿verdad?

El cerdito chilló otra vez, como en respuesta, y se acercó a olisquearle la bota. Le puso la cuerda sin esfuerzo y el animal se dejó llevar, tranquilo.

La bajada fue más rápida que la subida. En cuanto llegaron al pueblo, Elaria se dirigió directamente al corral del granjero. Lo encontró partiendo leña detrás de la casa.

—¿Te falta uno? —dijo Elaria, sin levantar la voz.

El hombre giró, y al ver al cerdito, soltó el hacha con un golpe seco sobre el tronco.

—¡El de la montaña! ¡Tú eres el de la montaña!

Corrió a tomarlo en brazos. El cerdito gruñó una vez y luego se dejó abrazar como si reconociera el olor.

— Si sigues así te voy a construir el mejor huerto de todo el pueblo.—dijo el granjero, con una sonrisa genuina.

Elaria asintió con una leve sonrisa.

—De momento, me basta con que no se escapen más.

Thiriel, desde un poste cercano, soltó un graznido burlón.

—Tarde para eso.

El aire junto al Lago del Deshielo estaba quieto. Elaria caminaba con las botas hundiéndose en la arena mojada, escudriñando los bordes entre las rocas en busca de Slime Shell, un molusco pequeño cuya secreción podía disolver tejido muerto y era útil en casos de quemaduras o acumulación cutánea, pero por más que removió lodo, apartó juncos, y escarbó en las zonas poco profundas, no encontró ni uno solo. La temporada, quizás, era demasiado temprana, o alguien más se le había adelantado, o la suerte, simplemente, no estaba de su lado hoy.

—Nada —dijo cansada.

Thiriel planeaba en círculos más atrás.

—Pero hay algo moviéndose en la línea de musgo.

Elaria alzó la vista.

A pocos metros de la orilla, entre un montón de algas viejas, un pequeño cuerpo redondo se sacudía con torpeza, soltando un chillido inconfundible.

—Tú sí estás donde no debes.

El cerdito estaba empapado, temblando, con el lomo cubierto de limo y restos vegetales. No parecía herido, solo resignado y tiritando. Elaria lo levantó con ambas manos y lo limpió un poco con una tela húmeda.

—Ya es hora de volver —murmuró ella, atándolo con un nudo sencillo.

El granjero estaba reforzando la cerca cuando los vio aparecer. Se quedó inmóvil con el martillo en la mano. El cerdito chilló justo al verlo.

—¡El del lago! ¡No puede ser!

Dejó las herramientas y corrió hasta ellos. Elaria le entregó al animal sin ceremonias. El cerdito se acomodó en brazos conocidos. El hombre respiró hondo y bajó la mirada, apretando la mandíbula.

—Mañana empiezo con el huerto —añadió él—. Ya tengo la tierra preparada. En el lado este de tu casa, donde da el sol desde temprano.

—¿Necesitarás ayuda?

—Me las arreglaré. Puede que vaya con mi hijo para que me eche una mano.

Elaria asintió, y por un momento, su expresión se suavizó apenas.

—Nada de cultivos decorativos. Quiero raíces, hojas resistentes, y espacio para arbustos pequeños.

—Y buen drenaje. Lo sé —respondió el granjero con media sonrisa—. Será un huerto de verdad, como los de antes.

Thiriel soltó un bufido satisfecho.

—Solo espero que esta la verja de tu corral no se abra sola —dijo, mirando al cerdito ya rumbo al corral.

—Ya no deberían escaparse —respondió el granjero—. Pero por si acaso, reforzaré la esquina norte.

Elaria le estrechó la mano sin más palabras.

A la mañana siguiente, el primer sonido que rompió la calma en la cabaña de Elaria no fue el canto de un cuervo ni un graznido de Thiriel. Fue un golpe seco, repetido, firme. Un azadón entrando en tierra compactada. Elaria salió al porche con una taza de infusión en mano y los vio allí: el granjero y su hijo, con las mangas remangadas, marcando los límites del terreno al este de la cabaña con estacas cortas y cuerda de lino.

—Empezamos temprano —dijo ella sin levantar la voz.

—Tierra buena y compacta, cargada de nutrientes.

Thiriel se posó en una piedra cerca del marco de la puerta.

—¿Y qué vas a plantar?

—Nada aún —respondió Elaria—. Cuando esté listo, ya decidiré.

El granjero no interrumpió su trabajo. Había traído tablones de madera tratados, una bolsa de ceniza seca para mezclar con el sustrato, y restos de compost que ya olían. Elaria les ofreció una infusión y se sentó en la escalera del porche a observarlos.

Trabajaron en silencio. Al final de la tarde, el marco del huerto ya estaba montado, la tierra removida y las divisiones claras. No había una sola planta aún, pero ya era un lugar en el que se podía cultivar casi cualquier cosa.

—Volveremos mañana a asentar los bordes y colocar la piedra del drenaje —dijo él mientras recogían las herramientas.

—Aquí estaré —respondió Elaria.

Y ya tenemos un huerto ¡Esto mejora por momentos!

Hasta luego, gente!

Apothecaria. Partida 1. Primavera. Semana 10.

Apothecaria. Partida 1. Primavera. Semana 10.

La tarde había pasado sin sobresaltos. Elaria estaba clasificando raíces en la mesa larga, envuelta en el silencio suave del hogar, mientras Thiriel dormía enrollado sobre su cojín. Solo el crujido ocasional de la madera y el murmullo del viento entre los árboles llenaban el aire, hasta que algo golpeó la pared lateral de la cabaña con tal fuerza que hizo temblar los estantes. Tres frascos cayeron.

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